Alocución de Mons. Adolfo
González Montes, Obispo de Almería, al final de la procesión de alabanzas de la
Virgen del Mar
Queridos diocesanos:
La Virgen del Mar nos
congrega de nuevo en esta procesión de alabanzas en su honor portando con gozo
su sagrada imagen, que llegó hasta nosotros por las aguas del Mediterráneo. Si
el nombre de María significa Estrella del Mar, como nos recuerda san Bernardo
es porque Dios la eligió para guiarnos al puerto de salvación que es Cristo
nuestro Señor, que quiso nacer de su vientre para ser Salvador universal de los
hombres.
El evangelio de su fiesta nos recordaba ayer que Dios declara bienaventurados a los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen (Lc 11,28). María es el modelo del modo de actuar que a Dios agrada, de llevar una vida iluminada por la fe, que arroja su luz sobre nuestra existencia en los momentos difíciles y oscuros. Isabel, que se alegró sobremanera de la visita de María cuando ya estaba encinta, la proclamó dichosa por haber creído en la palabra del ángel de la Anunciación.
Necesitamos la luz de la fe que nos ayude a cumplir la palabra de Dios y nos abra así la puerta de las bienaventuranzas. Hoy hemos salido a la calle con la imagen de la santísima Virgen, y vueltos hacia el mar que nos la trajo caminando sobre sus olas, queremos suplicar a Dios que, por intercesión de la Virgen, nos conceda la fortaleza de la fe que necesitamos para acoger y cumplir la palabra de Cristo, revelador del Padre, redentor del hombre y salvador del mundo.
Por eso hoy, ante su imagen, venimos a alabar y bendecir a la Madre de Dios, unidos a todas las generaciones, mientras le suplicamos:
«Virgen del Mar, Señora y
Madre nuestra, Patrona de nuestra ciudad:
Míranos a tus plantas llevando sobre nuestros hombros tu bendita imagen embellecida de nardos y luz, adornada con la corona de nuestro amor y nuestros mejores deseos. Hemos salido a las calles de la ciudad con tu imagen para dar testimonio de nuestra fe, para manifestar ante cuantos nos contemplan que el Hijo nacido de tus entrañas es la esperanza de la humanidad, aunque muchos no lo conozcan; y otros, que nacieron bajo el signo de su nombre y de su cruz, lo hayan abandonado por los ídolos de nuestro tiempo.
Míranos a tus plantas llevando sobre nuestros hombros tu bendita imagen embellecida de nardos y luz, adornada con la corona de nuestro amor y nuestros mejores deseos. Hemos salido a las calles de la ciudad con tu imagen para dar testimonio de nuestra fe, para manifestar ante cuantos nos contemplan que el Hijo nacido de tus entrañas es la esperanza de la humanidad, aunque muchos no lo conozcan; y otros, que nacieron bajo el signo de su nombre y de su cruz, lo hayan abandonado por los ídolos de nuestro tiempo.
Sin la fe cristiana que ha iluminado nuestra historia y es distintivo de una sociedad verdaderamente humana no podemos afrontar con esperanza el futuro. Por eso queremos conservar el don de la fe, que sólo Dios puede darnos. La fe nos ayuda a descubrir que somos hermanos de todos los hombres, sin distinción de raza, cultura o religión, porque somos hijos del mismo Padre.
Porque somos hermanos, rechazamos y con todas nuestras fuerzas condenamos la violencia que algunos quieren imponer sobre los demás, cercenando su libertad blasfemando contra Dios y su santo nombre. Nos sentimos cerca de cuantos han sufrido las heridas físicas y morales del terrorismo que, al golpearlos a ellos, nos golpea todos.
Ayúdanos a socorrer a los que necesitan de nosotros y a cuantos con nuestra ayuda y consuelo pueden seguir afrontando la vida con esperanza, a pesar de la enfermedad y de las dificultades morales por las que pueden pasar.
Ante tu sagrada imagen depositamos nuestras súplicas más íntimas y pedimos la gracia del perdón de nuestros pecados, que recibimos con alegría de tu amado Hijo, que por nosotros se hizo ser humano en tus entrañas, y nos ha reconciliado en su cruz.
Bendice a nuestras familias y a cuantos vivimos en esta ciudad; a cuantos vienen a ella buscando trabajo y vivienda, pero también descanso, ocio y recuperación vacacional.
Que, por tu intercesión, se curen las enfermedades o se vean aliviados los que las padecen; se levanten los corazones afligidos y recobren la alegría de vivir; se amen cada día más los esposos, sea protegida la maternidad y los padres pongan su gozo en los hijos; se proteja a los niños, se fortalezcan los jóvenes, y se acompañe a los ancianos y a cuantos viven en soledad.
Virgen sagrada María, Estrella del Mar, recibe la alabanza de tus
hijos,
que te saludan con las palabras del ángel:
R/. Dios te salve María,
Llena
eres de gracia,
el Señor
es contigo
y bendita
tú eres entre todas las mujeres.
R/. Santa María.
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