La fe es fundamental para edificar la Iglesia
Uno de las
preocupaciones del evangelio de Mateo es
la edificación de la Iglesia o
convocatoria de Jesús. Los
evangelios seleccionados por el leccionario A para los domingos 19 al 31
pertenecen a la sección en que Mateo desarrolla de forma especial esta
enseñanza. Se trata de unas enseñanzas muy actuales en estos tiempos en que
debemos trabajar con empeño colaborando en hacer realidad en nuestras
comunidades la convocatoria de Jesús.
La palabra
Iglesia (eklesía – qahal) significa convocatoria. Cuando Jesús
dice a Pedro que sobre él edificará “mi convocatoria o iglesia”, está
refiriéndose a las distintas convocatorias para reunir al pueblo de Dios que
han tenido lugar en la Historia de la salvación por medio de Moisés y de los
profetas. Ninguna ha tenido éxito.
Finalmente Dios envía a Jesús para realizar la última convocatoria, tarea que
lleva a cabo con su ministerio, muerte y resurrección.
Nosotros somos la
Iglesia de Jesús, fruto de su convocatoria. Esta afirmación tiene muchas
implicaciones. La primera es que nos ha reunido su palabra, no nuestras
afinidades psicológicas u otros motivos.
No somos un club de amigos, sino un grupo de personas de todo género,
raza y condición social, que tenemos en común el haber recibido la llamada de
la fe.
Si la palabra de
Dios está en el origen de nuestra convocatoria, esta palabra es fundamental.
Ella nos indica el “orden del día” de
los convocados, los fines y medios de las tareas para la que se nos
convoca. Consecuentemente la respuesta por la fe a esta palabra es fundamental,
es la base que justifica la Iglesia. De esto nos habla el evangelio de hoy, a
propósito del episodio de Pedro sobre las aguas.
Apoyado en la palabra de Jesús, Pedro anda sobre el agua. Jesús se presenta
“andando sobre el agua”, algo propio de Dios según las representaciones del AT;
calma a los asustados discípulos afirmando
Yo soy, el nombre divino. Pedro le pide compartir su poder y para ello
le ruega que se lo mande con su palabra. Jesús lo concede y Pedro anda sobre el
agua.
Simboliza la
situación de la Iglesia que debe caminar
en el mundo apoyada en la palabra de Jesús, que marca el fin y los
medios. La fe es fundamental e implica no sólo aceptar intelectualmente la
visión de Jesús sobre la realidad sino también y especialmente confiar en
Jesús, amarlo y entregarse a él. Es decir, la fe es intelectual y volitiva. Intelectual porque nos ofrece una nueva
visión de la realidad, visión que de por sí no se opone a la que ofrece la
razón. Como el telescopio ofrece una visión clara y pormenorizada de lo que ve
el ojo natural, así la fe con la razón. Por otra parte, es volitiva. Etimológicamente
creer es fiarse; en hebreo heemin es hacerse fuerte sobre otro, en este caso sobre la persona de Jesús.
El que se fía de Jesús y su palabra se
hace fuerte en él.
Pero viendo el viento fuerte, temió y comenzó a hundirse. El creyente anda contra corriente. Un viento
fuerte le impulsa a temer el ridículo
ante la opinión dominante de lo “políticamente correcto” que le pide “modernizarse” en contra de los valores de Jesús. Ante
esto, hay que afirmarse en la fe, que hace compartir las fuerzas del mundo de
Dios al que pertenecemos.
Hombre de poca fe, ¿Por qué has dudado? Este es el piropo que varias veces dirige
Jesús a sus discípulos, especialmente ante la fe en el Padre y en su señorío.
Creemos que Dios es Padre, pero no nos fiamos de él; creemos que Jesús es el
Señor de la Iglesia, a la que acompaña con su poder, pero no nos fiamos de él
ni de sus palabras. Sin fe en la palabra de Jesús no nos hacemos fuertes ni es posible la Iglesia.
En este contexto
aparece la necesidad de la Eucaristía. Es la finalidad principal de la convocatoria que nos ha reunido; en ella
alimentamos nuestra fe y recibimos fuerza para seguir caminando, a pesar del
viento contrario.
Dr.
Antonio Rodríguez Carmona
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