El relato de la transfiguración narrado por los sinópticos, con sus pequeñas variantes y detalles de uno u otro evangelista, tiene, y así lo han demostrado desde las interpretaciones de las más excelentes plumas teológicas hasta la homilía más sencilla del más humilde párroco, muchísima materia sobre la que comentar y muchos puntos de vista o posibilidades de meditar e interpretar.
“…subió con ellos aparte a un monte alto”. Subieron para estar con Jesús, la oración es eso: ponerse en su presencia para estar con Él, hablar de todo como con un amigo, alabarlo, agradecerle y pedirle. Me quedo con esta interpretación del pasaje: la oración es un continuo subir. El subir siempre es dificultoso y si es a un monte alto más aún. Es escabroso por la propia naturaleza: camino empinado, polvo, piedras, resbalones, sudor, cansancio… Con frecuencia nuestra naturaleza humana también encuentra o nos proporciona inconvenientes para llevar a cabo la oración: fácilmente nos desconcentramos, no encontramos el tiempo oportuno, tropezamos con infinidad de excusas, la posponemos con la falsa excusa de encontrar un momento de más relajación o nos falta el ánimo suficiente. Pero debemos seguir subiendo, la fatiga no nos debe detener. Para subir a lo alto del monte hay que tener puesta la mirada en la cumbre, no podemos descuidarnos ni con las cosas más inofensivas porque la naturaleza humana es débil; las tentaciones fáciles nos asaltan en cada recodo del camino.
Una vez arriba y alcanzada la cumbre de la presencia del Señor todo es bienestar: “Señor, ¡qué bueno que estemos aquí!” Lograste la meta y tienes la recompensa del amigo, el reposo en su hombro, su apoyo y ánimo. La oración te reconforta, te alivia las dificultades, te da fuerzas para superar los contratiempos, te proporciona paz de espíritu. Ahí en la cumbre sí te puedes relajar y expansionar en tranquilo y apacible diálogo con Jesús.
Pero mira por donde que cuando creemos que hemos alcanzado lo sumo y queremos montar nuestras tiendas para quedarnos definitivamente allí arriba, se acerca Jesús, nos toca y nos dice: “Levantaos, no temáis”. Esto solo ha sido una visión de lo que os espera si libremente decidís quedaros conmigo, pero no ahora.
Ahora lo que nos pide es que levantemos el campamento y volvamos abajo para animar a los demás a que suban también ellos. Que no temamos volver a empezar a subir juntamente con los otros hombres. Que no nos quiere por ahora allí arriba en la cima del Tabor que ya llegará ese espléndido y definitivo momento,porque nos necesita aquí abajo para dar testimonio de lo que hemos visto y nos ha adelantado en la cumbre.
Pedro
José Martínez Caparrós
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