Jesús edifica “su convocatoria” sobre la fe de Pedro
Jesús responde a la confesión de Pedro,
anunciando que sobre él y en torno a él realizará su convocatoria – qahal, iglesia-, la definitiva, promesa que cumplió después
de resucitar confiando a Pedro todo su rebaño (Jn 21,15-19). Desde entonces,
Pedro y sus sucesores, los obispos de Roma, han apacentado a la Iglesia
universal en nombre de Jesús.
Realmente
el único Señor de la Iglesia es Jesús, el que con su ministerio, muerto y
resurrección nos salva y convoca para
formar su pueblo y llevarnos al Padre. El Papa no lo suple ni sustituye ni
puede hacerle sombra, pues es sólo su servidor, que ha recibido la gracia
especial de representarlo sacramentalmente y así significar la unidad de la
Iglesia. Por eso no tiene sentido la papolatría
o adoración al papa. Una cosa es mostrar respeto y veneración cariñosa a una
persona por lo que representa y la forma de llevarlo a cabo, y otra muy
distinta la papolatría. La Iglesia sólo adora a Dios Padre por Jesucristo en el
Espíritu Santo.
El
carisma del papado consiste en significar y asegurar la unidad de los
cristianos, unidad de fe, pues Jesús sólo nos ha entregado una enseñanza;
unidad de celebración, pues todos formamos la única convocatoria de Jesús, cuya finalidad principal es el culto al
Padre, y unidad de vida como manifestación de la misma vida nueva que hemos
recibido.
Esta
tarea históricamente la ha ejercido el Papa de diversas formas a lo largo de la
historia, de acuerdo con las circunstancias de cada época. Se puede discutir si
la actual es la más apropiada para nuestro tiempo, lo que no se puede discutir
es que el Papa tiene esta tarea por encargo de Jesús. Hay que valorar este
regalo de la misericordia del Padre, que no
abandona las obras de sus manos (Salmo responsorial) para asegurar la
unidad de su Iglesia, evitando dispersiones y divisiones esterilizantes.
Hay
que acoger este regalo de Dios a su Iglesia con acción de gracias, con amor,
con sinceridad y críticamente. Con acción de gracias a Dios por este don; con
amor, que debemos a todos, y especialmente a los que consagran su vida al
servicio de la Iglesia; con sinceridad, evitando acoger solo lo que está de
acuerdo con mi forma de pensar; críticamente, sabiendo discernir el valor de
cada palabra o actuación del Papa, una cosa es cuando habla ex cathedra y debo aceptar, y otra
cuando manifiesta una opinión particular, de la que se puede disentir. Y entre
ambas hay una variada gama de situaciones intermedias.
El
Papa es un cristiano entre los cristianos, hombre débil como los demás. Por eso
está necesitado de nuestra oración para que el Señor lo ilumine y fortalezca en
su difícil tarea. Fue la primera cosa que pidió el actual papa, cuando fue
elegido.
En la
celebración de la Eucaristía, sacramento de la unidad, recordamos al Papa y
pedimos por él como expresión de la comunión que nos une a todos y a los que
nos gobiernan en nombre del Señor. Están
necesitados de nuestra oración, afecto y obediencia para bien de toda la
Iglesia.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
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