Seguir a Jesús es condición para formar parte de la
Iglesia
La Iglesia no es una ONG cualquiera sino
un grupo de convocados por Jesús
resucitado para que lo sigan por el camino que él ha determinado y este camino
es el mismo que él siguió, el del amor total al Padre y a los hermanos, que lo
llevó a la muerte y resurrección. Realmente Jesús resucitado nos convoca para compartir su resurrección y
gloria y para ello nos convoca ahora
para amar como el amó. Para esto es la Iglesia o convocatoria.
Hay que tener claro quién es el que nos convoca, Cristo resucitado. Hay quien
dice que sigue a Jesús de Nazaret, hay quien dice que a Cristo, el Señor. Las
dos afirmaciones son correctas, siempre que las entendemos de Jesús resucitado.
Entender Jesús de Nazaret restringiendo su obra a su actuación histórica en
Palestina, prescindiendo de su resurrección, no tiene sentido. Si Jesús no ha resucitado,
vana es nuestra fe, seguimos en nuestros pecados (1 Cor 15,17). Los cristianos
no seguimos a un simple maestro de sabiduría. El problema de la humanidad no es
de consejos y máximas de sabiduría. Los grandes almacenes de consejos están
bien surtidos. Lo que necesita la humanidad es una persona que cambie y
transforme el corazón humano, posibilitando la felicidad total y ésta es la
aportación de Jesús de Nazaret, que murió y resucitó, el viviente que ahora nos
convoca. Los cristianos seguimos a un Viviente, no a un muerto memorable por
sus enseñanzas.
Para conseguir el objetivo de la convocatoria, Jesús nos dice que tenemos
que seguir el camino que él siguió y que lo llevó a la resurrección. Consiste
en negarse a sí mismo, es decir, no
vivir centrado en los propios intereses personales sino en los intereses del
Reino de Dios, siendo un des-centrado como lo fue Jesús. No significa esto que
descuidemos nuestras obligaciones con nosotros mismos y con los nuestros, sino
que las subordinemos a los intereses actuales del Reino de Dios, que en
resumidas cuentas no son más que trabajar de forma concreta por un mundo mejor.
Este “negarse” hay que llevarlo a cabo con toda seriedad, incluso hasta la
muerte, si fuere el caso. Éste es el sentido de la frase tomar su cruz, frase que a veces devaluamos, llamando cruz a
cualquier cosa. Cruz es un instrumento de muerte que toma sobre sí el reo
condenado a muerte.
Vivir
de esta manera es realmente el único modo de “hacer el listo” en nuestro mundo
concreto, en cuyo ambiente domina la idea de un “hacer el listo”, centrado en
el egoísmo que pisotea y oprime a los demás y considera lo contrario como
“hacer el tonto”. Al final todos seremos juzgados de amor y entonces aparecerá
quién fue realmente sabio y quien necio.
Es una
manera de vivir que a veces se hace cuesta arriba y tiene sus dificultades,
incluso viene la tentación de dejarla (primera lectura), pero, que es posible
con la ayuda del Señor que nunca pide imposibles.
Es
interesante tener en cuenta el contexto en que Jesús dirigió esta enseñanza a
sus discípulos, después de la confesión de Pedro, que lo reconoce como Mesías.
Jesús le manda no decirlo a nadie porque se trata de un título ambiguo, que
puede entenderse en sentido religioso-nacionalista o en sentido del Siervo de
Yahvé. Jesús les explica que hay que entenderlo en este segundo sentido,
anunciando su muerte y resurrección; a continuación, invita a todos los que
hasta ese momento lo seguían, a renovar el seguimiento sabiendo a qué tipo de
Mesías siguen.
Este
tipo de seguimiento es el “sacrificio espiritual” (segunda lectura) que
ofrecemos al Padre en la Eucaristía, el único que podemos unir al ofrecimiento
de Jesús.
Dr.
Antonio Rodríguez Carmona
No hay comentarios:
Publicar un comentario