Septiembre es tiempo de retomar el camino. Ahora los días vienen
marcados por la reanudación de la normalidad, porque el nuevo curso
ya lo tenemos encima… Nos marca el curso escolar que da estabilidad
a los horarios familiares y a la vida de las comunidades cristianas
y hasta al discurrir de los días en el pueblo y en la ciudad. Las vacaciones
se acaban y esperamos que nos hayan dado fuerzas para seguir caminando.
Ahora miremos el tiempo que tenemos delante y que siempre es tiempo
de gracia, regalo de Dios. Lo expresa bien S. Pablo: “Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo
que está por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me
llama Dios desde arriba en Cristo Jesús” (Fil 3,13-14). Sin perezas ni desánimos, debemos
estar a punto para retomar con renovada esperanza las programaciones
y actividades más habituales, y vivámoslo todo desde el compromiso
de servir y de amar, para que la fe sea atrayente.
Necesitamos creer que el heroísmo existe y que la gracia de Dios lo
hace posible. ¿Hemos conocido testimonios que nos alientan por parte
de amigos, de familiares, de personas que aman y que se dan de forma generosa
y a veces heroica? Pensemos en personas generosas en grado extremo:
un matrimonio ya mayor que se ha animado a recibir una niña jovencita
en acogida, en su casa, y le harán de padres/abuelos; le han abierto su casa, y
sobre todo su corazón; aquel joven que arriesgó y perdió
su vida en un atentado terrorista porque plantó cara, y otros se pudieron
salvar; un matrimonio que todas sus vacaciones las dedicaron en una
misión africana, para que los que durante el año están allí, pudieran
descansar un poco; unos amigos que tienen ya cinco hijos y han ido a buscar
un sexto, sin miedo al futuro; un joven que ha decidido seguir a Cristo
hasta las últimas consecuencias y entrará en la comunidad formativa
para ser sacerdote; un esposo a quien su mujer ya casi no lo conoce por
causa de una enfermedad degenerativa, pero él cada día está allí, siempre
a su lado, con un amor purificado y servicial; y aquella madre que no ha
tenido vacaciones, que asume el estigma del hijo en la cárcel y cada
semana va a visitarlo aunque él no siempre se lo agradece, pero ella
es fiel. Y así muchos casos de heroísmos callados, luminosos, que no
salen en los noticiarios pero que revelan lo mejor de la humanidad. Y
Dios está sosteniendo, recreando, velando estas vidas entregadas…
porque ¡Dios es amor!
Y si todos hiciéramos algo más de lo que parece justo y equitativo?
Hay gente generosa, que por Jesús hace cosas, toma compromisos, que parecen
locuras. Deberíamos ser gente arriesgada por causa del Evangelio.
Hay muchos, más de los que pensamos. “El Reino de Dios está en medio
de vosotros” (Lc 17,21). Y yo
¿no amaré algo más, no me sacrificaré un poco más, no daré un poco de mi
tiempo a los que me rodean, en la parroquia, en el pueblo, a los demás,
en la multitud de cosas que puedo hacer y qué debo hacer? ¿Qué tiene que
significar para mí amar como Jesucristo nos ama, con obras y de verdad?
¿Qué conversiones y qué crecimientos me urge mi fe? Tenemos un curso por
delante, y sabemos que Dios siempre está cerca de nosotros. Se nos avanza
con su amor. Amar es acoger este amor que por el Espíritu Santo habita
ya en nosotros, y hacerlo fructificar. Todos podemos vivir el don
del amor. Todos podemos amar más y mejor, viviendo en su amor. Debemos
ir más lejos, siempre mucho más lejos, de lo que ya hemos recorrido.
¡Buena reanudación del curso!
+ Joan E. Vives
Arzobispo de Urgell
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