Lo importante son
las obras, no las palabras
Para
conocer el sentido primitivo de este relato, hay que ver el contexto anterior
inmediato: los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo preguntan a Jesús con
qué autoridad han expulsado a los vendedores del templo. Jesús les pregunta por
el origen de Juan Bautista y ellos no responden porque no les interesa. En el
presente relato Jesús ofrece la respuesta: Juan vino como enviado de Dios
invitando a la conversión, a la que ellos no han querido responder, a pesar de
sus cargos y apariencias de personas religiosas; en cambio, los publicanos y
prostitutas, los oficialmente malos, han respondido; más todavía, siguen
respondiendo en el seguimiento de Jesús, mientras que ellos se mantienen en su
incredulidad. Los oficialmente “religiosos” no hacen la voluntad de Dios,
mientras que los oficialmente “pecadores” sí la hacen.
Con este relato la palabra de Dios
invita a fijarse en lo fundamental y no engañarse con lo secundario. Cada uno
en el estado y situación en que vive, recibe la ayuda de Dios para hacer su
voluntad; lo importante es hacerla, de lo contrario no le servirán de nada sus
títulos oficiales (sacerdote, religioso/a, cofradía, hermandad...), pues cada
uno será juzgado por lo que haya hecho (primera lectura). El pequeño relato es
una invitación a la conversión de todos, a los que tienen títulos religiosos y
no hacen la voluntad de Dios y a los que viven apartados de Dios, pues pueden
volver al buen camino, como lo hicieron los que vivían así en tiempos de Jesús.
A todos es posible la conversión, pues Dios padre los espera a todos.
La segunda lectura concreta un aspecto
de la voluntad de Dios: vivir con los sentimientos
propios de una vida en Cristo Jesús, que se encarnó para servir y en el
culmen de su humillación fue exaltado como Señor. Esta actitud de vivir
buscando el bien de los demás es necesaria para mantener la unidad de la
comunidad, que exige humildad y excluye envidia y egoísmo. La humildad y el
servicio son el verdadero camino que lleva a la plena realización
personal.
En la Eucaristía Dios padre nos envía a
todos a su viña, trabajando por la unidad eclesial; compartir la Eucaristía
implica unirse al sacrificio de Cristo, el
que se rebajó y se sometió a la
muerte y fue exaltado sobre todo. En ella el mismo Jesús se convierte en
alimento para hacer posible compartir sus sentimientos.
Dr.
Antonio Rodríguez Carmona
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