Los dones de Dios son
gratuitos
Todo es fruto de la misericordia infinita de Dios,
cuyos planes con frecuencia nos desbordan. Todos están inspirados en el amor y
ordenados a la salvación de toda la humanidad (primera lectura). No sólo tienen
en cuenta a los que ya están en camino de salvación, sino que abarcan a toda la
humanidad, invitando constantemente de múltiples maneras por medio de su
Espíritu a los que aún no se han puesto en camino (Evangelio).
En su contexto histórico la parábola del Evangelio
es un texto antifariseo, dirigido a personas que ya están trabajando en la viña
de la salvación, pero que han olvidado de que todo se debe a la misericordia de
Dios padre que los ha llamado a trabajar. La fe es un don de Dios, que no sólo
concede el perdón y una vida nueva, sino también la capacidad de hacer obras
buenas (Ef 2,10). Los cumplidores fariseos están molestos con Jesús porque come
con publicanos y pecadores y les ofrece la salvación, igual que a ellos, pues la
llegada del Reino de Dios exige la conversión de todos. Jesús quiere hacerles ver que todo lo que hacen bueno es una
gracia de Dios, que tienen que agradecer con un corazón amplio, que desee que
todos los demás puedan compartir la gracia que ellos han recibido.
Para entender la parábola hay que situarse en el
contexto sociológico de la época: un propietario sale a buscar trabajadores y
elige libremente a los que quiere. Ya
la misma elección tiene carácter de favor. Como el propietario era “bueno”,
quería que todos los habitantes del poblado trabajaran y por ello a diferentes
horas del día continúa llamando y enviando a su viña, y al final, “comenzando
por los últimos” a todos da un denario. A los llamados a primera hora (mundo
fariseo) se les dio también un denario, lo que se les ofreció, por lo que
propietario fue justo con ellos; pero
ellos no valoraron el trabajo realizado
como don de Dios sino como fruto de su esfuerzo y mérito y por eso con
lógica humana pensaban que recibirían
más. Sin embargo la lógica divina,
inspirada en el amor, supera la lógica humana; lo que debería ser motivo de
alegría es para el fariseo motivo de envidia, “pesar por el bien del prójimo”.
Al cristiano de hoy
invita la parábola a la alegría por todos los dones recibidos, todo es don de
Dios. Si ha tenido la suerte de estar trabajando en la viña desde la primera
hora, debe considerarse bienaventurado, porque el Señor lo ha elegido desde el
comienzo y ha tenido la suerte de experimentar que Cristo es su vida (segunda
lectura) y vive una vida con sentido, acompañado de múltiples gracias y ayudas
en la Iglesia. Por eso debe desear que su situación se extienda a todos,
incluso a las “prostitutas y los publicanos” de nuestro tiempo, que caminan por
el camino ancho y se ríen del camino estrecho del que ha sido llamado. Hoy día
no es rara la postura de rechazo por parte de “los de toda vida” ante los
conversos, que se incorporan a la comunidad cristiana con ánimo nuevos.
La Eucaristía es invitación universal al banquete
que nos prepara el Padre. Hay que agradecer estar entre los reunidos y verlo
como una gracia de Dios, y pedir al Padre que sean cada vez más los que se
reúnen.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
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