viernes, 22 de septiembre de 2017

XXV Domingo del Tiempo Ordinario



Los dones de Dios son gratuitos

Todo es fruto de la misericordia infinita de Dios, cuyos planes con frecuencia nos desbordan. Todos están inspirados en el amor y ordenados a la salvación de toda la humanidad (primera lectura). No sólo tienen en cuenta a los que ya están en camino de salvación, sino que abarcan a toda la humanidad, invitando constantemente de múltiples maneras por medio de su Espíritu a los que aún no se han puesto en camino (Evangelio).

En su contexto histórico la parábola del Evangelio es un texto antifariseo, dirigido a personas que ya están trabajando en la viña de la salvación, pero que han olvidado de que todo se debe a la misericordia de Dios padre que los ha llamado a trabajar. La fe es un don de Dios, que no sólo concede el perdón y una vida nueva, sino también la capacidad de hacer obras buenas (Ef 2,10). Los cumplidores fariseos están molestos con Jesús porque come con publicanos y pecadores y les ofrece la salvación, igual que a ellos, pues la llegada del Reino de Dios exige la conversión de todos. Jesús quiere hacerles ver que todo lo que hacen bueno es una gracia de Dios, que tienen que agradecer con un corazón amplio, que desee que todos los demás puedan compartir la gracia que ellos han recibido.

Para entender la parábola hay que situarse en el contexto sociológico de la época: un propietario sale a buscar trabajadores y elige libremente a los que quiere. Ya la misma elección tiene carácter de favor. Como el propietario era “bueno”, quería que todos los habitantes del poblado trabajaran y por ello a diferentes horas del día continúa llamando y enviando a su viña, y al final, “comenzando por los últimos” a todos da un denario. A los llamados a primera hora (mundo fariseo) se les dio también un denario, lo que se les ofreció, por lo que propietario  fue justo con ellos; pero ellos no valoraron el trabajo realizado como don de Dios sino como fruto de su esfuerzo y mérito y por eso con lógica humana pensaban que recibirían más. Sin embargo la lógica divina, inspirada en el amor, supera la lógica humana; lo que debería ser motivo de alegría es para el fariseo motivo de envidia, “pesar por el bien del prójimo”.

        Al cristiano de hoy invita la parábola a la alegría por todos los dones recibidos, todo es don de Dios. Si ha tenido la suerte de estar trabajando en la viña desde la primera hora, debe considerarse bienaventurado, porque el Señor lo ha elegido desde el comienzo y ha tenido la suerte de experimentar que Cristo es su vida (segunda lectura) y vive una vida con sentido, acompañado de múltiples gracias y ayudas en la Iglesia. Por eso debe desear que su situación se extienda a todos, incluso a las “prostitutas y los publicanos” de nuestro tiempo, que caminan por el camino ancho y se ríen del camino estrecho del que ha sido llamado. Hoy día no es rara la postura de rechazo por parte de “los de toda vida” ante los conversos, que se incorporan a la comunidad cristiana con ánimo nuevos.

La Eucaristía es invitación universal al banquete que nos prepara el Padre. Hay que agradecer estar entre los reunidos y verlo como una gracia de Dios, y pedir al Padre que sean cada vez más los que se reúnen.


Dr. Antonio Rodríguez Carmona

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