Leemos alborozados la
forma como Juan Bautista presenta a Jesús a Israel: "Ahí tenéis al Cordero
de Dios que carga con nuestros pecados...".
No está anunciando que
vaya a purificarnos exteriormente, sino en lo profundo de nuestro ser, ahí
donde, como dice Pablo, el pecado engendra gangrena y muerte anímica (Rm 6,23).
Es el pecado en general que nos encorva el alma, doblegando nuestra mirada hacia
el suelo como a aquella mujer encorvada a quien Jesús enderezó (Lc 13,11..).
Una vez erguida, los ojos de ambos pudieron cruzarse. El encorvamiento visible
es signo de otro mucho más gravoso: el del corazón... si no lo descargamos en
el Señor Jesús, ahí permanece, expuesto a la ley de la gravedad, es decir
tirando de nosotros hacia el polvo. Jesús, como había sido profetizado (Is
53,4-6..), cargó con nuestro pecado y culpa, en forma de Cruz, y se encaminó
hacia el Calvario. Por tres veces mordió el polvo.... por otras tres se
levantó...
¡Es increíble la Fuerza
que da el Amor! Con esta Fuerza, se dejó clavar en la Cruz y fue entonces
cuando fuimos liberados de nuestra carga al gritar: ¡Padre, libérales,
perdónales... están tan engañados que no tienen sabiduría... no saben lo que
hacen!.
En el Calvario, Jesús
se vistió de Culpable y nosotros fuimos revestidos con su Inocencia... Éste es
nuestro Señor... El Cordero que carga con nuestro pecado y el Pastor que con
nosotros carga.
(P.Antonio
Pavía-Misionero Comboniano)
comunidadmariamadreapostoles.com
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