domingo, 19 de enero de 2020

Octavario de oración por la unidad de los cristianos (18-25 enero)



Papa Francisco: Hoy comienza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, en la que todos estamos invitados a pedir a Dios este gran don. Es un grave pecado empequeñecer o despreciar los dones que el Señor ha dado a otros hermanos, creyendo que no son, de alguna manera, privilegiados de Dios. Nuestro deseo será el de participar en los dones de los demás. Un pueblo cristiano renovado y enriquecido por este intercambio de dones será un pueblo capaz de caminar con paso firme y confiado por el camino que conduce a la unidad, reconocer el valor de la gracia concedida a otras comunidades cristianas.

UT UNUM SINT (Que todos sean uno)
Es la Carta Encíclica que san Juan Pablo II publicó un 25 de mayo de 1995, en la solemnidad de la Ascensión del Señor, hace ya 25 años. Trata sobre el empeño ecuménico de los cristianos. En los párrafos 102 y 103, San Juan Pablo II escribe:
La Iglesia pide al Espíritu la gracia de reforzar su propia unidad y de hacerla crecer hacia la plena comunión con los demás cristianos.
¿Cómo alcanzarlo? En primer lugar con la oración. La oración debería siempre asumir aquella inquietud que es anhelo de unidad, y por tanto una de las formas necesarias del amor que tenemos por Cristo y por el Padre, rico en misericordia. La oración debe tener prioridad en este camino que emprendemos con los demás cristianos hacia el nuevo milenio.
¿Cómo alcanzarlo? Con acción de gracias ya que no nos presentamos a esta cita con las manos vacías: «El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza e intercede por nosotros con gemidos inefables» (Romanos 8, 26) para disponernos a pedir a Dios lo que necesitamos.
¿Cómo alcanzarlo? Con la esperanza en el Espíritu, que sabe alejar de nosotros los espectros del pasado y los recuerdos dolorosos de la separación; Él nos concede lucidez, fuerza y valor para dar Los pasos necesarios, de modo que nuestro empeño sea cada vez más auténtico.
Si nos preguntáramos si todo esto es posible la respuesta sería siempre: si. La misma respuesta escuchada por María de Nazaret, porque para Dios nada hay imposible.


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