Delante de Ti, mi Señor.
Sentada a tus
pies te miro… Tú me miras… y con tiernos lazos de amor, me seduce Tu
Palabra.
Tus ojos son como dos
soles, refulgentes están tus pupilas que brillan ardiendo como fuego,
desprendiendo llamaradas de amor eterno.
Envuelta por tu mirada,
abrasas con tu cálido calor mi pecho.
Tus labios son dos rubíes engarzados en cuentas de plata. Abres tu boca y un torrente de agua
cristalina recorre los surcos de mis venas, descendiendo lentamente hacia tu
Valle cuajado de azucenas.
Un mirlo blanco, a lo
lejos, deja oír su canto tras la fronda de los cedros y cipreses.
La noche va cayendo y
se tiñe, arrebolado, de carmín, el cielo.
Suave olor de tus
perfumes trae la brisa que absorbo a tragos por mis sentidos, aromas de tu
presencia embriagan de dulce néctar mi entendimiento.
Tus brazos se
despliegan como abanicos de plumas blancas que tu luz atraviesa, y exulto de
gozo a la sombra de tus alas.
Tus manos como delicado
y fino marfil se tienden hacia mí con suaves caricias, manos que sanan, que
curan, que alimentan, que dan vida. Déjame llenarlas de dulces besos de mis
labios hambrientos, que está mi alma de amor muriendo… pobre mendigo soy, en el
banquete de tu Palabra.
Dime... ¡Qué fuerza,
qué poder tan hermoso encierras!, que abres la puerta y con tu luz
transfiguras el aposento de mi tienda, rasgas el silencio con tu Palabra y tu
voz resuena como cascada.
Qué misterio insondable
eres mi Señor adorable… que sin verte yo te viera, sin tocarte te tocara, sin
olerte yo te oliera.
Graba con hilos de
fuego, te pido, tu Palabra, mi Señor, en el libro de mi alma.
Loles
(comunidadmariamadreapostoles.com)
Graba Señor tu Palabra en el fondo de mi alma, tan en el fondo que se confunda con ella, no la pueda olvidar nunca hasta que Me llames y me junte para siempre con mis amigos y con toda mi querida familia, que han sido fieles a tu Ejemplo y a Ti, hasta la muerte.
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