- Mamá, ya pasó la
Navidad ¡qué pena!
- De eso nada,
nene, ahora empieza lo bueno.
- Aaaaaaah, pues yo no veo ni luces, ni turrones, ni
langostinos…
- ¡Pero hijo que la
Navidad no son los langostinos! O es que no has visto otra cosa…
-Ya lo creo,
centollos en la casa de mi amigo y una “Play” que flipas…
Éste niño no se
entera ni habiendo cantado villancicos, ni poniendo Belén, ni…
Solo vio fiesta
y comilonas… ¡Vaya por Dios qué desastre!
- Oye mamá, cada
diciembre me lo paso bomba, me encantó que vinieran el abuelo, la prima y el
tío Manuel… Tú no parabas de hablar ¿lo sabes? El regalo que más me gustó fue
ver al abuelo manejando el helicóptero por encima de mi cabeza… Me contó que su
padre era piloto y que algunas veces él iba en aviones militares… Siempre
debería ser Navidad mamá. El próximo año, cuando pongamos el Belén, sabré que volveremos
a estar todos juntos y escuchar muchas historias.
- Hijo, en una
noche parecida a esta hace 2000 años, vino un Hombre que quiso unir al mundo contando
unas historias increíbles, más grandes que las del abuelo. Te dejó todo en un
Libro espectacular para que siempre fuera Navidad, aunque el abuelo no estuviera.
- ¿Siempre?
- Sí, siempre, solo
tienes que hacer lo que dice el Libro y la Navidad será eterna en ti. Lo del
centollo, es secundario ¡hijo!
Emma
Díez Lobo
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