Por norma solemos fijamos en los trazos gruesos
pasando desapercibidos los pequeños detalles donde suele haber tanta riqueza
como en lo que más resalta a primera vista. Esto podemos aplicarlo a los
pormenores del fragmento evangélico (Mc 3, 1-6). Fijémonos: Jesús entró otra
vez en la sinagoga. Otra vez ¿Qué nos puede decir esta locución adverbial? Pues
significa: reiteradamente, con frecuencia, vuelve a la sinagoga, que era un
sitio frecuentado con asiduidad. Lo cual nos dice a su vez que no desprecia el
lugar donde se reúne su entorno religioso; si frecuenta, denota que se
encuentra a gusto en ese lugar y con esas personas.
Por contra, lo estaban observando. Sus convecinos, los
asistentes, también asiduos se deduce, lo examinan atentamente, pero nos deja
la sensación de que lo hacen desde un segundo plano, con disimulo y no
abiertamente como él, que se hace visible abiertamente. Pero ¿Por qué lo
observan? Para ver si curaba en sábado y acusarlo. En la sinagoga, lugar de
congregación religiosa, se vigila a un asiduo asistente por si hace el bien.
¡Qué cosas más raras pasan en esta vida! Él sitúa al de la mano paralizada en el
centro del local y reunión. “Levántate y ponte ahí en medio”. Donde
todos lo puedan ver. Incluso, o más bien, los que desde el fondo o detrás de
las columnas, entre bambalinas podríamos decir, los indiscretos observadores
queden al descubierto.
Levántate.
Jesús usa esta expresión con frecuencia. En imperativo, es su manera de impeler
al interlocutor, esto sólo lo puede hacer quien tiene autoridad, es su manera
de reivindicarse Jesús.
Levántate. Al levantarnos
tenemos que esforzarnos y supone movernos hacia arriba, elevarnos, en este
concreto caso es para el que tiene la mano paralizada. Actívate, no te quedes
anonadado, esfuérzate, pon de tu parte para ser un activo más para la
comunidad. Jesús le pide actividad. Estos anteriores son los detalles dedicados
al postrado. Ahora los dirigidos a nosotros los cristianos. Al decirle ponte
ahí en medio nos está manifestando que el marginado, desvalido, pobre…
tiene que ocupar el centro de nuestro hacer y vida, que en torno a ellos debe
girar nuestra religión.
Llegados a esta situación: el paralítico de pie en el
centro y en su entorno los observadores; Jesús les lanza la pregunta clave. ¿Qué
está permitido […] hacer el bien o el mal? Con astucia los tiene
atrapados, por ello, ellos callaban. Detalle del contraste entre Jesús que
habla y el silencio del entorno. Una sola pregunta los deja avergonzados y
humillados y por ello la reacción del abochornado es confabularse. Hasta los
enemigos unen fuerzas para quitar de en medio al adversario común.
Espero haber conseguido mi tesis propositiva: los
pequeños detalles del discurso ayudan a ahormar el mensaje. Por ello concluyo
que el Maestro entre otras importantísimas actitudes y aptitudes, no en vano
también era Dios, fue hombre de no menores detalles, entre ellos el de ser un
buen lingüista.
(Pedro José Martínez Caparrós)
No hay comentarios:
Publicar un comentario