Iniciamos el comentario catequético del Evangelio de
este Domingo con la constatación del salmista: " Dice el necio en su
corazón: Dios no existe" (Sl 14,1). Nos preguntamos en quienes está
pensando este hombre al afirmar algo tan lamentable. Creo que está aludiendo al
mismo Israel, de quién Jesús, siglos más tarde, con el alma dolorida dijo:
"Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mi
" (Mt 15,8).
Le sorprende tristemente a Jesús esta piedad externa,
y la verdad es que " una simulación así "nos puede alcanzar a todos.
Recordemos a sus dos discípulos de Emaús. Habían salido desanimados de
Jerusalén hacia su aldea. Jesús, como Buen Pastor, se junta a ellos.
Los dos se muestran escépticos ante la noticia de que, según unas
mujeres, Jesús habría resucitado. Él, a quien no habían reconocido, les llamó
necios de corazón por no haber creído en los textos de los profetas que habían anunciado
la muerte y resurrección del Mesías (Lc 24,13...) Los dos se sabían estos
textos de la Palabra, de memoria, pero Ella " estaba muy lejos de sus
corazones".
Ante esto nos
preguntamos: Si esta es la realidad del hombre, ¿qué esperanza podemos tener?
En el Evangelio de hoy tenemos la respuesta. A un cierto momento..." Jesús
abrió los entendimientos de sus discípulos - en realidad sus corazones - para
que comprendiesen las Escrituras. Si, para que las comprendiesen, al hacerlas,
"Entrañas de Dios en sus propias entrañas".
Si cambiamos el
Evangelio, artífice de nuestra relación de intimidad con Dios, por otras cosas,
por muy pías que nos parezcan, vetamos el paso a Jesús, a nuestros corazones, y
Él es el único que tiene poder para cambiar nuestras entrañas necias en una
hoguera alimentada por la Presencia de Dios...y es que hay total identidad
entre la Palabra y la Presencia de Dios.
(P. Antonio Pavía)
comunidadmariamadreapostoles.com
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