Partimos este pasaje de Isaías, sabiendo que de sus
entrañas mana el Espíritu de Dios. El profeta entona este himno de alabanza a
Dios, agradeciendo la inminente liberación de Israel, de la opresión de
Babilonia, en términos parecidos a la proclamación gloriosa del pueblo elegido,
al cruzar ileso el Mar Rojo (Ex 15, 1...).
Isaías inicia
así su canto de alabanza a Yahvé: "Te alabo Señor mío... porque me has compadecido..."El
profeta bendice a Dios en Nombre de todo el pueblo, por su compasión con ellos,
y reedita la misma alabanza que sus antepasados entonaron a orillas del Mar
Rojo: " Tu eres mi fuerza, mi poder y mi salvación..."
No puedes
alabar sin más a Dios, sólo porque esté escrito en un libro de cantos, sino por
lo que Él ha hecho y hace por ti. El que hace un camino serio hacia Dios
partiendo de su Palabra, con el tiempo será testigo interior de las maravillas,
como María, (Lc 1,49) que Dios está haciendo por él y en él, empezando por el
cambio de su corazón.
Sí, porque quién guarda la Palabra, el
Evangelio en su corazón; sus entrañas ya no albergan fuentes de aguas amargas,
sino de Aguas Vivas que brotan de la Presencia de Dios dentro de él. (Jn
14, 23-24).
P. Antonio Pavía
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