Vimos que el alma -esposa que sabe escuchar a Dios cuando medita su Palabra-
vive la Fiesta ininterrumpida, incluso cuando el sufrimiento acampa en ella. No
es que nuestra alma sea inmune al ser visitada por el dolor, estoy señalando
que el sufrimiento no se hace dueño de ella. No se hace dueño del alma, porque
su Dios su Esposo, se ha prendado de su belleza como proclama exultante de gozo
este salmista (Sl 45,11-12).
El meditar la Palabra que lee y escucha la lleva a "ver, abrir el oído
e incluso a mirar" a Dios su Esposo. Estamos hablando de lo que San
Agustín y tantos Santos Padres de la Iglesia, definieron como
"los sentidos del alma". Sentidos que se abren cuando esta lleva como
María de Nazaret, la Palabra hacia el corazón.(Lc 2,19). Se abren entonces nuestros sentidos interiores y Dios nos
revela progresivamente lo que todos los libros del mundo no nos pueden explicar:
¡¡¡El Misterio de Dios!!! Nos lo revela
Él mismo "partiéndonos su Palabra”, y así es como besa nuestra alma.
Seguimos el próximo lunes.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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