Dice Jesús que el mayor mandamiento es “Amar a Dios
con todo el corazón, toda el alma y todas las fuerzas” (Mt 22,37). Es evidente
que esto que dice Jesús es Fuego para nuestra alma, pero nos preguntamos: ¿Con
que fuerza contamos para ser fieles de corazón a Dios? ¡Recordemos el lamento
de Dios ante la fragilidad de su pueblo! ¡Que débil era tu corazón, Israel! (Ez
16,30).
Parece ser que no han cambiado mucho las cosas.
Queremos amar a Dios en fidelidad, pero los cantos de sirena y también las
pruebas, socavan nuestros buenos deseos.
Veamos algunas profecías del Antiguo Testamento que
nos den la esperanza de que un día amaremos a Dios por la Fuerza que nos viene
de Él. Vemos a un salmista que inspirado por Dios llama al maná que alimento a
Israel en el desierto: " El pan de los Fuertes " (Sl 78,25). Entendemos que es una profecía sobre la
Fuerza Divina del Pan Eucarístico, que es el mismo Jesús, como El mismo nos
dijo: (Mt 26,26).
Otro salmista
dice de sí mismo, ante la persecución que está viviendo a causa de su fe, que
"Dios le ha dado la Fuerza de un búfalo"(Sl 92, 11).
Fijémonos en la Iglesia Primitiva. ¿De dónde sacaban esos miles y miles
cristianos de toda edad y condición social, la Fuerza para encarar el martirio,
y no maldiciendo, ¿antes bien bendiciendo a sus jueces y verdugos? Su Fuerza
era el mismo Jesús, Vivo en la Palabra que guardaban en el corazón, y que se
abría de forma maravillosa hacia el Pan de Vida en la Eucaristía. Ese fue el
secreto de su victoria frente al odio del mundo y es también el secreto de
nuestra victoria.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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