Del Evangelio de hoy veo un dato que me llama poderosamente la atención.
Los Apóstoles que deberían tener tristeza ante la separación de Jesús al subir
al Padre, sienten una alegría nueva, desconocida: "Se postraron ante Él y
se volvieron a Jerusalén llenos de alegría". Es que veían como
Jesús les bendecía mientras ascendía al Padre. Es la Bendición de su Presencia
permanente en sus corazones. Veamos: Ben-dicción...o sea Bien-decir; sobre
ellos mientras subía al Padre suponía dejar sus Palabras de Vida Eterna
en ellos. Sus almas serían permanentemente regadas -como un huerto- por él Agua
Viva del Evangelio para poder dar como les dijo Jesús: “Frutos de Vida
Eterna" (Jn 4,35-36).
Jesús nos ha dejado la Bendición por
antonomasia: Su Santo Evangelio. Jesucristo no engaña a nadie. Ojalá amemos su
Bendición, o sea su Evangelio por encima de todo. Sólo así podremos un día,
llegar a, “amar a Dios, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con
todas nuestras fuerzas." (Dt 6,4-6).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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