Sí, yo iba por aquel camino con mis
dudas, absorta en mis pensamientos recordando a un Hombre; sí, yo iba cabizbaja
poniendo en jaque a la verdad…
Soy humana me dije… Y algo me
respondió: “Yo también lo era”.
Después me dije, mis ojos no ven, soy débil… Y algo me respondió: “Yo también lo fui”. Más tarde caí en la
amargura… Y algo me respondió: “Yo lloré
lágrimas de sangre”.
Levanté mi cabeza después de un gran
trecho del camino, y al fondo allá a lo lejos, “una posada”; pero debía
atravesar la espesura, la maleza, la oscuridad de la distancia. Me tapé con mis
ropas para sentirme protegida y me até bien las sandalias… ¡Pero qué va! Ni la
ropa me protegía ni las sandalias aguantaron.
Y detuve mi marcha para esconderme
entre los árboles y apoyar mi espalda en
el tronco más ancho, también abrigué los pies con mi chaqueta… ¡Pero qué va! El
frío era enorme, estaba atemorizada, sola… Y algo me dijo: “Yo también estuve solo, tenía miedo”.
Pero la noche era demasiado larga…
Cuando desperté de mi ansiedad, la luna me iluminaba con una luz tenue; me
levanté, me hice zapatos nuevos con la piel de mi mochila y me descubrí la
cabeza para ver mejor el sendero y algo me dijo: “Yo también vi la luz y confié”.
Me encontré de nuevo con flores y
dudas, con bichos y gorriones, con zarzas y praderas… Pero salí del bosque
caminando siempre hacia el norte. De pronto ante mis ojos una casita, decía en
la puerta “Posada de Emaús”. Me acogieron, me dieron descanso y para cenar
pescado…
Después de la cena, sólo entonces, Tú
me dijiste: El tronco ancho lo puse Yo;
las ropas que llevabas salieron de mis semillas de algodón; Yo diseñé la luna;
construí el camino y las noches las hice para que “amaneciera”. Ve y di al
mundo que en la “posada de Emaús” les estaré esperando; que oirán mi voz por el
camino como lo hice contigo y entrega todas mis Palabras y angustias en este
Libro que te doy… Y me llevé a Los Dos conmigo.
Emma Diez Lobo
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