miércoles, 16 de octubre de 2013

Entrar en el cielo


                                                              
                      
                                                       
¡Ufff...! dónde me he metido… A saber Dios, cuando vino tu Hijo, bueno Tú, con la cara de Jesús, y nos dijo: Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos”. ¿Iba en serio?... ¿Con esta vida que es la pera limonera y con un colmillo más retorcido que una reja andaluza, dices que hay que ser como un niño? En mi tierra hay un dicho: “A la vejez, viruela”. Pues ¡Menudo lío!, será como un niño viejo, gordo y gigantesco ¡digo yo! 

Además Dios, hay cada niño… Yo no sé los de tu época en Jerusalén, pero ahora nos doblan en “sabiduría casera” y en la de “fuera”… Como les arrees una torta ya te están aplicando el Código Penal; tienen una mala idea ¡Qué pa qué! Yo creo que tu Hijo se refería a otra cuestión, pero…

¿Por qué no dijo que había que tener mentes viejillas que es mejor? Los viejitos son amorosos, olvidadizos, ya no se meten en líos; en fin como niños pero antes de caminar. ¿Sería eso lo que querría decir?

-Pues no hija, es que no te enteras, los bebés aún no saben lo que es el bien y el mal-. ¡Ya! Entonces no era eso… Pues no.

Es a esa mente que a base de humildad y discernimiento, llega a parecerse a la de un niño que cuando ve unas “rejas andaluzas”, se sube, llama a sus amigos y disfruta de una procesión… Que no sabe aún lo que es el odio ni el rencor ni la soberbia; que por un cromo de Ronaldo vuelve hacer las paces…

Jesús no hablaba de niños sin crecer, hablaba de hombres “convertidos” con un nuevo corazón. Cuando Jesús llegó a la tierra no venía con las manos vacías, portaba el regalo de la Conversión ¿Qué mejor convertirnos a “niños” y aparcar tanta miseria adulta?

Es verdad, ahora soy capaz de dar, compartir, callar y olvidar… Y no soy una niña,  pero intento hacer lo que ella haría… 

Después de tu Muerte, Jesús, todo esto es posible. Otorgaste a tu Iglesia manos Consagradas para el perdón del “colmillo retorcido”, y a la Eucaristía como culmen de esa Gracia. Ya podemos pues, ser “niños” (pasando por el dentista).

A Dios le pregunto y Dios me contesta, siempre lo hace. La suerte que tenemos y que los niños aún no tienen, es la de verte en los demás siendo conscientes de ello. Mujer y hombre sobre todo, pero… Llorar, perdonar y reír como Dios hizo a todos los niños del mundo.   
Emma Díez Lobo
    

No hay comentarios:

Publicar un comentario