¡Ufff...! dónde me he metido… A saber Dios, cuando vino tu Hijo, bueno Tú, con la cara de Jesús, y nos dijo: “Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos”. ¿Iba en serio?... ¿Con esta vida que es la pera limonera y con un colmillo más retorcido que una reja andaluza, dices que hay que ser como un niño? En mi tierra hay un dicho: “A la vejez, viruela”. Pues ¡Menudo lío!, será como un niño viejo, gordo y gigantesco ¡digo yo!
Además Dios, hay cada niño… Yo no sé los de
tu época en Jerusalén, pero ahora nos doblan en “sabiduría casera” y en la de
“fuera”… Como les arrees una torta ya te están aplicando el Código Penal;
tienen una mala idea ¡Qué pa qué! Yo creo que tu Hijo se refería a otra
cuestión, pero…
¿Por qué no dijo que había que tener mentes
viejillas que es mejor? Los viejitos son amorosos, olvidadizos, ya no se meten
en líos; en fin como niños pero antes de caminar. ¿Sería eso lo que querría
decir?
-Pues
no hija, es que no te enteras, los bebés aún no saben lo que es el bien y el
mal-. ¡Ya! Entonces no era eso… Pues
no.
Es a esa mente que a base de humildad y
discernimiento, llega a parecerse a la de un niño que cuando ve unas “rejas
andaluzas”, se sube, llama a sus amigos y disfruta de una procesión… Que no
sabe aún lo que es el odio ni el rencor ni la soberbia; que por un cromo de
Ronaldo vuelve hacer las paces…
Jesús no hablaba de niños sin crecer,
hablaba de hombres “convertidos” con un nuevo
corazón. Cuando Jesús llegó a la tierra no venía con las manos vacías,
portaba el regalo de la
Conversión ¿Qué mejor convertirnos a “niños” y aparcar tanta
miseria adulta?
Es verdad, ahora soy capaz de dar,
compartir, callar y olvidar… Y no soy una niña,
pero intento hacer lo que ella haría…
Después de tu Muerte, Jesús, todo esto es
posible. Otorgaste a tu Iglesia manos Consagradas para el perdón del “colmillo
retorcido”, y a la
Eucaristía como culmen de esa Gracia. Ya podemos pues, ser “niños” (pasando por el dentista).
A Dios le pregunto y Dios me contesta,
siempre lo hace. La suerte que tenemos y que los niños aún no tienen, es la de verte
en los demás siendo conscientes de ello. Mujer y hombre sobre todo, pero…
Llorar, perdonar y reír como Dios hizo a todos los niños del mundo.
Emma Díez Lobo
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