La
fe tiene mucho de instinto de supervivencia. Me explico. Cuando un hombre, aun
consciente de todas y cada una de sus debilidades, se sabe en Dios, sabe
también que ha vencido a la muerte. Más aún, comprende por qué los santos
Padres de la Iglesia
decían que Dios se hizo hombre para que éste llegase a ser Dios, y, por lo
tanto, inmortal.
Hemos visto anteriormente que Jesucristo había obligado a los discípulos a navegar mar adentro y, también, qué significaba este gesto. Nos dice Mateo que la barca se alejó de tierra muchos estadios. El estadio es una medida de longitud equivalente a unos ciento cincuenta metros, por lo que podemos deducir que los discípulos se alejaron bastante hacia el mar. Este dato es significativo para calibrar la experiencia de fe y salvación que van a vivir. Se desata una violentísima tempestad que coge desprevenidos a los discípulos. La situación se vuelve caótica por momentos; no saben cómo reaccionar y no hay cómo volver a la orilla, es más, ésta no está ni siquiera al alcance de sus ojos. Digamos que Jesús, ante la debilidad de sus discípulos, que no es sino la debilidad de todo hombre para acoger la fe adulta, les ha llevado a hacer esta experiencia seria, profunda, y que, por supuesto, no hubiesen hecho por propia iniciativa. Experiencia profunda y radical ya que no hay a la vista ningún asidero que sirva de salvación. Jesús, que es Maestro, -el único Maestro- conduce al hombre a la fe iniciándolo en la escuela de la confianza. Escuela en la que constata que la palabra de salvación se cumple. Es necesario que el discípulo aprenda a distinguir entre la Palabra que viene de Dios y multitud de palabras que, por muy prometedoras que suenen a sus oídos, son impotentes para penetrar en el centro profundo de sus problemas personales. Hablando de la experiencia de fe y salvación, hemos de remitirnos en primer lugar a la historia salvífica que Dios hace con Israel. Llega a la tierra prometida y Dios le dice: esta tierra es vuestra, os dará fruto y también alimento para vuestros ganados. Será rica en todo tipo de minerales, en fin, una tierra inestimable. Lo único que os propongo es que no hagáis alianza con otros pueblos pues os emparentaríais con sus dioses. Una vez que Israel se asienta en la tierra prometida y crece poderosamente, vive la experiencia de los demás pueblos. También él se encuentra en situaciones en que es amenazado y atacado por ejércitos invasores. Cunde el pánico, y su falta de confianza en Yahvé hace que mire a derecha y a izquierda buscando una alianza con la cual fortalecerse, un apoyo que le permita escapar del peligro, salir airoso de su situación. Poco a poco entra en el alma del pueblo la percepción de que es más fiable una alianza con una potencia extranjera, ya que ésta es palpable, que con Dios a quien no ve. Las palabras de exhortación a la confianza que Yahvé le había dirigido -no temáis, yo os traje aquí, yo os protegeré de vuestros invasores- quedan lejanas y vacías de contenido.
Jesús camina sobre las aguas A. Pavia.
Editorial Buena Nueva
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