miércoles, 27 de julio de 2016

Oración de petición, pero no así




El evangelista san Mateo en 20,21 nos da una pista de lo que no es la oración de petición.

La madre de los Zebedeos le dice a Jesús: “Ordena…” Primeramente el uso de este verbo, y no digamos el modo imperativo, ya nos indica que vamos por mal camino. La oración es una súplica con humildad. Ni se le puede ordenar al que le pedimos, ni le podemos decir que ordene lo que el suplicante pretende alcanzar. Tampoco me parece que se deben pedir cosas excesivamente grandiosas: “…se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. Enseguida Jesús corta por lo sano y sin rodeos le impone la realidad: “No sabéis lo que pedís”.

La oración debe ser una súplica no una orden; una súplica, que como indica el propio significado del vocablo, debe ser con humildad y sumisión. No podemos pedir con autoritarismo porque lo más probable es que pronto, como es el caso, obtengamos la negativa y el efecto contrario al pretendido. Con humildad y sumisión para causar en el interior del destinatario, Dios nuestro Padre, la verdadera sensación de necesidad, igual que ocurre en cualquier petición en la vida terrenal. Nuestra condición de demandante debe prescindir de cualquier atisbo de altanería; si verdaderamente tengo necesidad de algo, tengo que trasmitir dicha necesidad, no que parezca que es un capricho. Nuestra actitud tiene que transmitir a la vez que nuestras palabras la verdadera necesidad que solicitamos.

Lógicamente tampoco podemos pedir cosas que no vengan al caso, cosas que superen con exceso la necesidad, cosas que sean superfluas. El mendigo que pide en la calle pide para comer no para tomarse una cerveza, aunque él es digno de dicho capricho, ya que el fruto no será el mismo. Así no podemos pedirle a Dios o a su Santísima Madre cosas de  las que podemos prescindir o que escapan a nuestra capacidad del verdadero sentido de la razón.

Además de enseñarnos implícitamente con el Padre Nuestro, el mismo Jesús nos dio otra pista, en otra ocasión, cuando dijo: “Pedid y se os dará”.


Así que lo debemos tener claro: pedir lo razonable con insistencia, con cordura y sensatez, con buen razonamiento, pero sin exigencias.

Pedro José Martínez Caparrós

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