viernes, 22 de julio de 2016

Siempre recomenzando


El curso ya se terminó. Se han hecho algunos balances para mejorar lo que era mejorable, afianzar lo que estaba bien hecho y pedir luz al Señor para que nos señale los caminos que Él frecuenta y en los que quiere encontrarnos.

Así les ha pasado también a nuestros pequeños y a los jóvenes tras los sopores de un primer calor agobiante. No era la temperatura sin más lo que les hizo soplar por los calores, sino la cita anual con exámenes y evaluaciones finales. Todo se junta para hacernos sudar, han podido decir ellos, especialmente cuando algunas materias han quedado pendientes. Así también la comunidad cristiana debe mirar al curso pasado una vez terminadas las catequesis, celebradas las despedidas, y estando ya en marcha los planes para el período veraniego con actividades diversas. Nos paramos para evaluar nuestra andadura de un año pastoral que concluyó y en vistas al que tenemos delante.
Desde el Plan Pastoral diocesano que aprobé como gran hoja de ruta hasta el año 2018, siempre hay tres referentes que nos permiten confrontarnos con nuestra salud cristiana real. Un primer aspecto, auténtico principio y fundamento, se refiere a la relación con Dios. Los sacramentos vividos y la oración son en nuestra vida cristiana la fuente de todo lo demás. La Palabra de Dios que escuchamos e interiorizamos, nos permite después contar con los labios y con la misma vida la historia de salvación de la que formamos parte. La Eucaristía que celebramos como Presencia del Señor nos sacia nuestras hambres y nos acompaña en nuestro caminar. Ante los pecados que ofenden el corazón de Dios, que nos dividen por dentro y nos enfrentan por fuera, el Señor nos ofrece el sacramento de la confesión para ser abrazados por su misericordia que nos hace nuevos.
Un segundo aspecto, y consecuencia del anterior, se refiere a la comunión entre nosotros. Una comunión en primer lugar con la misma Iglesia, para que no haya nadie que camine en solitario y a sus expensas. No es la Iglesia la que tiene que plegarse a nuestros criterios, opciones o trayectoria, sino justamente al revés. Pero, dicho esto, no somos clones gregarios sino hijos de Dios libres, con la peculiaridad que el mismo Dios ha querido imprimir en cada uno de nosotros. De ahí nacen las distintas espiritualidades y caminos con los que el Señor bendice a nuestra Diócesis a través de comunidades religiosas, movimientos eclesiales e instituciones. Se trata de mirarnos y tratarnos en la caridad que nos permite complementarnos, cuando cada uno con el don que ha recibido se pone al servicio de los demás (1 Pe 4, 10).
Finalmente, el tercer aspecto tiene que ver con la misión que juntos queremos abordar en este tramo de nuestra historia; una misión a la que somos enviados por el Señor y por su Iglesia, y que hemos querido discernir como concreciones para este curso pastoral. Es aquí donde deberemos preguntarnos qué hemos logrado realizar, qué está a medio hacer o dónde todavía estamos sin empezar, de cuanto nos habíamos propuesto para este año.
En los distintos arciprestazgos y en las parroquias, vamos viendo estos tres grandes referentes (relación con Dios como consagración, relación con la Iglesia en la comunión, y quehacer apostólico como misión), para revisar la marcha de nuestro Plan Pastoral diocesano y los objetivos de este año. Este es nuestro tiempo de exámenes, sin sonrojo y sin sopor, sino queriendo agradecer los logros, avanzar en lo inacabado y aprender incluso de nuestros errores. El Señor y la Santina nos acompañan y sostienen.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo


No hay comentarios:

Publicar un comentario