sábado, 8 de diciembre de 2018

II Domingo de Adviento






Alimentar la esperanza

         La liturgia de este domingo actualiza el mensaje de Juan Bautista, que Dios ha querido que sea precursor, no solo de la generación de Jesús, sino de todos los tiempos. Su mensaje de precursor es sencillo: para recibir a Jesús es necesario tener un corazón abierto plenamente a la esperanza, pues Jesús ofrece la felicidad plena y solo la puede recibir el que no es autosuficiente, no se conforma con medias tintas y aspira a todo. Esto implica la conversión, que es la otra faceta del mensaje de Juan.

Convertirse significa literalmente  dar la vuelta y caminar en otra dirección, en concreto, caminar y orientarse hacia los valores del Reino de Dios, que se resumen  en el amor. Para que venga Jesús es necesario allanar montes, rellenar barrancos, enderezar caminos (1ª lectura y Evangelio).  Se trata de una tarea de carácter universal a la que se invita a todos sin excepción, pues a todos quiere llegar Jesús, y que tiene muchas facetas, necesarias para reavivar y alimentar la esperanza.

Negativamente implica vaciar el corazón de falsos ídolos que lo alienan y no dan la verdadera felicidad. El corazón atiborrado de ídolos está ciego, sordo y pierde la capacidad de gustar los verdaderos valores. Hay que pedir luz a Dios para ilumine el corazón y se tome conciencia sincera de la situación. Implica positivamente crecer en el amor para discernir en cada momento lo que Dios espera de nosotros y responder adecuadamente (2ª lectura).

La encíclica Spe Salvi señala  tres lugares que ayudan a crecer en la esperanza: la oración, el sufrimiento, el juicio de Dios (nn. 32-48).   
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        La oración es «un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza... Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede ayudarme...» (32). Según san Agustín, Jesús quiere que oremos incesantemente, a pesar de no ser oídos aparentemente,  como medio de ensanchar el corazón y disponernos así a recibir su don. Dios siempre oye y nos da lo mejor. Por otra parte, la oración ayuda a conocer el corazón, purificarlo y vaciarlo de ídolos.

        El sufrimiento. « Toda actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto...» (35), especialmente cuando hay dificultades y sufrimiento, que invitan a confiar y apoyarse en el poder de Dios para seguir adelante. Incluso hay que esperar en situaciones en que todo parece imposible, dada la situación real política y económica, pues  aunque no se pueda hacer nada «yo todavía puedo esperar, aunque aparentemente ya no tenga nada más que esperar para mi vida o para el momento histórico que estoy viviendo. Sólo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor y que, gracias al cual, tienen para él sentido e importancia... Ciertamente, no  podemos construir  “el reino de Dios” con nuestras fuerzas, lo que construimos es siempre reino del hombre con todos los límites propios de la naturaleza humana. El reino de Dios es un don, y precisamente por eso es grande y hermoso, y constituye la respuesta a la esperanza... » (35)

        El juicio final de Dios  como lugar de aprendizaje y ejercicio de esperanza (41). Creemos que Jesús  « de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos ». La idea de juicio final tiene un aspecto de justicia punitiva, pero hay otro de esperanza, porque nuestras acciones son responsables y, si responden al plan de Dios, Dios las quiere y serán elementos tenidos en cuenta en el establecimiento final del reino, por obra de Dios. Nuestras acciones son pequeñas y a veces insignificantes, pero hay que hacerlas, hay que dar cuenta de ellas, tienen valor  ante Dios. Todo esto alimenta nuestra esperanza para seguir adelante.


Dr. Antonio Rodríguez Carmona


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