En la narración del Bautismo de Jesús, Lucas escribe que "mientras Él
oraba, se abrieron los cielos".
Dejando de lado, tratados
pesadísimos sobre como orar, Jesús nos muestra la Vida que brota de toda
oración hecha en "espíritu y verdad" (Jn 4,23-24), y que tiene la
Fuerza para abrir los cielos escuchando así la Voz del Padre. La
Belleza de esta forma de rezar, no tiene parangón: ¡El hombre que habla con
Dios y Dios que habla con el hombre! Es, por parte del hombre, un hablar con
Dios, con los labios de su alma y un escucharle con sus oídos interiores, como
diría San Agustín. Volvemos al Jordán y oímos al Padre diciendo a Jesús:
"Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco" Lo inaudito es que estas
Palabras dichas por el Padre a Jesús, son aplicables a sus discípulos de todos
los tiempos. Está es nuestra Infinita Grandeza, que se eleva majestuosa sobre
el odio y desprecio del mundo profetizado por Jesús (Jn 17,14).
Es el Tesoro que contiene nuestra Vida Eterna...junto a Aquel que nos dijo un día: Tu eres mi Hijo Amado....y sean los que sean tus pecados...me has buscado y me he dejado encontrar y por eso: ¡En ti me complazco! Y, ¿Aún nos parece desfasado predicar el Evangelio que crea nuestra filiación divina? (Jn 1,12).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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