Y
¿Son llamados “débiles”? ¡Pues de eso nada! No queremos el poder, ni las
alabanzas; no nos gusta la vanidad ni la envidia; tampoco el lujo, los Maseratis
o los joyones y menos aún la gran “vidorra” (aburrida, vacía o temida).
¡Pobre
gente! No deben saber que en verdad somos los “libres”, ajenos a la avaricia y apariencias,
vivimos sin miedos; no nos llevan a juicios escandalosos: Lehnam Brothers; no
tenemos terribles conciencias: Teodoro Obiang… Sí, son innumerables contando
también a los que nos rodean y a veces (por desgracia, en nuestra medida) a nosotros
mismos. Cada uno dará cuenta de su responsabilidad.
¿Qué
no es así? Esperad unos añitos o un día y
lo veréis. Los débiles no están solos y aunque algunos o muchos mueran por
pura necesidad material, les esperan con los brazos abiertos en la puerta
grande, esa que se construyó para ellos y
se cerró para los que adoran y adoraron la Buena vida, el Dólar y el Poder.
No
somos débiles sino fuertes ¡Ojalá lo fuéramos aún más ante Dios!, al fin y al
cabo, ante el hombre. Él lo dijo muy muy claro para que nadie sufriera y ¡Mirad
el resultado de la desobediencia!
¡Chicos, a lo nuestro y en la lucha
para evitarlo! Cafelito en compañía, con churrito si se tercia y lo mejor del
mundo: Amigos de verdad y que nadie nos mire excepto Dios. ¿Qué más se puede pedir?
Emma Díez Lobo
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