Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan
los hombres,
hacérselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los
Profetas
Mt 7,12
Señor, si aprendiera a amar a los demás como me amo a mi misma!
Si me enseñaras a mirar a los demás desde tus ojos.
Si quisieras liberar a mi corazón de todas las palabras que
se interponen entre los demás y yo.
¿Por qué conozco rápidamente mis deseos, aquello que quiero
hacer? y , sin embargo , me pasan tan desapercibidos los deseos, los sueños,
las esperanzas de los demás.
Por qué , Señor, somos tan inútiles que solamente con tu luz
se ilumina el camino que nos lleva de nosotros a los demás.
Tú nos enseñaste, Señor el sentido más profundo del Amor, y lo
hiciste consagrando tu propia vida : tu conoces los secretos que nos
permitirían abandonar la cárcel de
nuestros deseos que nos engañan, haciéndonos creer que de su satisfacción
depende nuestra felicidad.
Solamente aprendemos contigo a encontrar el tesoro que
aguarda a los que se entregan.
No existe otra forma de atravesar la puerta que nos lleva de nuestro “yo” a los “otros” si no es de tu mano.
Por mucho que lo intentemos sin ti, siempre nos aguarda el
fracaso de creer que nos encontramos con los demás, cuando en realidad nos
buscamos a nosotros mismos.
Tú rompes las barreras de esta limitación que nos atenaza y
que, una vez superada, nos eleva al cielo contigo.
Encomienda tu suerte al Señor,
confía en él, y él hará su obra;
hará brillar tu justicia como el sol
y tu derecho, como la luz del mediodía.
confía en él, y él hará su obra;
hará brillar tu justicia como el sol
y tu derecho, como la luz del mediodía.
Salmo
37,5
Olga Alonso Pelegrin
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