El
futuro del cristiano
El ministerio público de Jesús termina ofreciendo a sus
discípulos una visión del futuro que les espera, que resume en tres datos:
peligro de engaños, persecuciones, juicio de Dios sobre la historia.
El discípulo debe andar con los ojos bien abiertos ante
el peligro de falsos salvadores que ofrecen salvaciones diferentes y contrarias
a la de Jesús. Es una realidad que ha tenido amplio cumplimiento en la historia
pasada y sigue presente en la actualidad bajo forma de comunismo materialista, materialismo
hedonista, capitalismo, rebeliones armadas, sectas, secularismo... andar
vigilante implica, por una parte, conocer bien la originalidad del mensaje de
Jesús para mantenerse firmes en él, y por otra, espíritu crítico que sepa
discernir el trigo de la paja, pues todas las salvaciones alternativas suelen
venir envueltas en ropajes positivos y atractivos, como lobos con piel de oveja.
Muchos
movimientos y corrientes actuales tienen elementos positivos, pero también
otros incompatibles con el cristianismo. El discernimiento evitará rechazo o
aceptación total acrítica y ayudará a asimilar lo positivo. Para ayudar en esta
tarea están el magisterio autorizado de la Iglesia y los verdaderos profetas que suscita el
Espíritu.
La segunda característica de la vida cristiana es la
persecución, que reviste muchas formas: cruenta o simplemente ambiental por
medio de prensa, radio y TV, parcial o general... Ante este hecho Jesús enseña,
primero, que es una realidad normal de la vida cristiana, por lo que no hay que
maravillarse. Si le persiguieron y mataron a él, también lo harán con sus
discípulos. Lo que tiene que extrañar al cristiano es el no ser perseguido. Por
eso dijo Jesús en las bienaventuranzas: Bienaventurados
cuando, aborreciéndoos los hombres, os excomulguen y maldigan... alegraos...
pues vuestra recompensa será grande en el cielo...Y al contrario: ¡Ay cuando todos los hombres hablaren bien
de vosotros, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas (Lc
6,22-23.26).
En segundo lugar
enseña que hay que afrontar esta
situación como testigos con la ayuda del Espíritu, siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza, con mansedumbre y
respeto y en buena conciencia (1 Pe
3,16). Finalmente nos dice
Jesús que esto exige una buena dosis de aguante y paciencia para mantenerse
fiel y compartir el triunfo de Cristo.
Ambas dificultades las presenta Jesús en el contexto del
juicio final de Dios sobre la historia (1ª lectura) que se concretará en su
parusía, en la que compartirá su gloria con los que han compartido sus
dificultades.
En la
Eucaristía nos reunimos con Jesús resucitado, el que vendrá
en la parusía, el que nos alimenta para compartir su muerte y poder compartir
su resurrección: Vosotros sois los que
habéis permanecido conmigo en mis pruebas, y yo dispongo del reino a favor
vuestro, como el Padre ha dispuesto de él en favor mío, para que comáis u
bebáis a mi mesa y os sentéis sobre doce tronos como jueces de las doce tribus
de Israel (Lc 22, 25-26)
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