viernes, 11 de noviembre de 2016

Domingo 33 Tiempo Ordinario.





El futuro del cristiano

            El ministerio público de Jesús termina ofreciendo a sus discípulos una visión del futuro que les espera, que resume en tres datos: peligro de engaños, persecuciones, juicio de Dios sobre la historia.

            El discípulo debe andar con los ojos bien abiertos ante el peligro de falsos salvadores que ofrecen salvaciones diferentes y contrarias a la de Jesús. Es una realidad que ha tenido amplio cumplimiento en la historia pasada y sigue presente en la actualidad bajo forma de comunismo materialista, materialismo hedonista, capitalismo, rebeliones armadas, sectas, secularismo... andar vigilante implica, por una parte, conocer bien la originalidad del mensaje de Jesús para mantenerse firmes en él, y por otra, espíritu crítico que sepa discernir el trigo de la paja, pues todas las salvaciones alternativas suelen venir envueltas en ropajes positivos y atractivos, como lobos con piel de oveja.

Muchos movimientos y corrientes actuales tienen elementos positivos, pero también otros incompatibles con el cristianismo. El discernimiento evitará rechazo o aceptación total acrítica y ayudará a asimilar lo positivo. Para ayudar en esta tarea están el magisterio autorizado de la Iglesia y los verdaderos profetas que suscita el Espíritu.
            La segunda característica de la vida cristiana es la persecución, que reviste muchas formas: cruenta o simplemente ambiental por medio de prensa, radio y TV, parcial o general... Ante este hecho Jesús enseña, primero, que es una realidad normal de la vida cristiana, por lo que no hay que maravillarse. Si le persiguieron y mataron a él, también lo harán con sus discípulos. Lo que tiene que extrañar al cristiano es el no ser perseguido. Por eso dijo Jesús en las bienaventuranzas: Bienaventurados cuando, aborreciéndoos los hombres, os excomulguen y maldigan... alegraos... pues vuestra recompensa será grande en el cielo...Y al contrario: ¡Ay cuando todos los hombres hablaren bien de vosotros, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas (Lc 6,22-23.26).

En segundo lugar enseña que hay que afrontar  esta situación como testigos con la ayuda del Espíritu, siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza, con mansedumbre y respeto y en buena conciencia (1 Pe  3,16). Finalmente nos dice Jesús que esto exige una buena dosis de aguante y paciencia para mantenerse fiel y compartir el triunfo de Cristo.

            Ambas dificultades las presenta Jesús en el contexto del juicio final de Dios sobre la historia (1ª lectura) que se concretará en su parusía, en la que compartirá su gloria con los que han compartido sus dificultades.

            En la Eucaristía nos reunimos con Jesús resucitado, el que vendrá en la parusía, el que nos alimenta para compartir su muerte y poder compartir su resurrección: Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas, y yo dispongo del reino a favor vuestro, como el Padre ha dispuesto de él en favor mío, para que comáis u bebáis a mi mesa y os sentéis sobre doce tronos como jueces de las doce tribus de Israel (Lc 22, 25-26)


Rvdo. don Antonio Rodríguez Carmona

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