lunes, 28 de noviembre de 2016

Empezamos el Adviento



Con el Adviento, empezamos la preparación de la Navidad. Nos preparamos para que Dios venga a nuestro mundo y a nuestro corazón.

A pesar de los problemas y de los miedos; a pesar de que estemos cansados de tantas promesas incumplidas, y de los desengaños de cada día, a pesar de todo, vamos a intentar vivir una nueva Navidad, porque siempre necesitamos de la visita de nuestro Dios, a nuestra vida.

Nuestro corazón ya no es de carne, sino de cemento y hierro. ¡Qué fría es nuestra sangre, qué forzados nuestros saludos, qué cortos nuestros encuentros y qué mezquinos nuestros dones!. Cada uno vamos a lo nuestro y dejamos sólo las migajas para otros. Todo nos parece ya normal. Nos parece normal que muchos mueran de hambre; que se asesine a los niños antes de nacer, cuando tienen todo el derecho a la vida.

Por eso necesitamos una gran esperanza. De lo contrario, se nos secaría el corazón. Una persona sin esperanza es como un peregrino que camina sin rumbo, a ninguna parte. Es como un parado que no tiene nada que hacer y se limita a dejar pasar los días y los años en la desesperación.

Vamos a intentar, a pesar de todo, vivir con esperanza. Los cristianos no esperamos cualquier cosa. Esperamos nada menos que la visita de Dios y esa visita puede cambiar muchas cosas.

Empecemos, pues, el Adviento con la misma ilusión con la que un estudiante espera las vacaciones; con la misma emoción con la que una madre espera a su hijo. Con el mismo amor que se tienen una pareja de jóvenes enamorados locamente.

Cuando trabajamos para la Paz y la Justicia, estamos sembrando el mundo de esperanza.


Cuando sabemos sufrir con paciencia, es Adviento.

Cuando esperamos y nos esforzamos por hacer un mundo más justo y más humano, estamos preparando la venida del Señor.

Cuando buscamos a Dios, pronto será Navidad.

J. Jáuregui

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