Recordamos la promesa de Dios de revestirnos de su túnica regía y nos
adentramos en el Evangelio a ver si encontramos a alguien merecedor de
ella.
Vemos a quien se la han dado y nuestro
corazón ha dado un vuelco. Para nuestra sorpresa y asombro vemos que el
agraciado es... ¡El hijo pródigo! Oigamos la reacción de su padre cuando
volviendo a casa sin ningún tipo de excusa, solo acierta a decir: ¡Padre, pequé
contra el cielo y contra ti...! (Lc 15,21) El padre no necesita más compunción
del corazón; le cubre de besos y dice a sus criados: ¡Rápido traed la túnica de
gala, ponedle un anillo ...!
Este es nuestro Dios y así nos lo presenta su Hijo, el mismo que dijo del
publicano que pedía perdón a Dios golpeándose el pecho: Volvió a casa
justificado, que en la Escritura es sinónimo de ¡Inocente! Así nos ve Dios
cuando nos confesamos sin esgrimir excusas: Inocentes a sus ojos. Quien
no entienda esto, que entre en el corazón del Evangelio...en sus páginas late
amorosamente el Corazón de Dios.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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