El próximo domingo, día 14 de mayo celebraremos la
Pascua del Enfermo, que está directamente relacionada con la Jornada Mundial
del enfermo, del pasado 11 de febrero, día de la Virgen de Lourdes. Aquel día
celebramos la eucaristía por los enfermos en la parroquia de San Juan de
Cáceres y seguidamente fuimos en procesión con la imagen de nuestra Señora de
Lourdes hasta la concatedral. Todo organizado por la Hospitalidad de Lourdes,
que ya está preparando la peregrinación diocesana anual al Santuario de
Lourdes. El año pasado, la primera vez que participé, fue una experiencia
inolvidable de fe, de esperanza y de amistad.
Este año el mensaje que nos dirigió el Santo Padre
lleva por lema: “Cuida de él”. Son las palabras del Buen Samaritano al
posadero, dirigidas en este caso por el Papa a nosotros. Es un hecho que los
enfermos necesitan de los demás. Por eso, la enfermedad no puede ser un asunto
individual, sino que afecta a todos, a la familia, a la sociedad, a la Iglesia.
El ideal del bienestar en nuestros días consiste en ser lo más independientes
posibles, autosuficientes, en bastarnos a nosotros mismos, en poder prescindir
de los demás en cualquier momento. La enfermedad, por el contrario, nos hace
dependientes los unos de los otros, necesitados, limitados en nuestras fuerzas
y en nuestras posibilidades. Una persona enferma es una persona con la mano
tendida a los demás. La enfermedad no nos excluye, no nos saca de la familia ni
de la sociedad; al contrario, nos pone en el centro: los enfermos son valiosos
para crear una nueva humanidad basada en el amor mutuo, en la preocupación por
los demás. Nuestras limitaciones son reclamos para vivir en sociedad y no
independientemente. La experiencia de la fragilidad y de la enfermedad nos
enseña a caminar juntos según el estilo de Jesús, que es cercanía, compasión y
ternura.
No solo los enfermos necesitan de los demás, es que
nadie está a salvo de padecer alguna enfermedad. Con ocasión del día del
enfermo, leí unas estadísticas que ofrecían los diversos medios de
comunicación, que me dejaron asombrado por su precisión. Afirmaban que, en este
año 2023, habrá 279.260 casos nuevos diagnosticados de cáncer en España y que
las posibilidades que tenemos de sufrir un cáncer a lo largo de la vida son del
50%. Y de otras muchas enfermedades y de accidentes... también ofrecían
estadísticas alarmantes. Las posibilidades de terminar nuestros días a causa de
alguna enfermedad son muy elevadas. De hecho, cada vez son más las enfermedades
crónicas, que duran hasta el final de la vida, con las que tenemos que
convivir.
Aunque son datos fríos, suenan como una sentencia
sobre la sociedad en su conjunto. Las estadísticas hablan de números, pero uno
de esos números podemos ser cada uno de nosotros. La enfermedad es cuestión de
todos, no solo de los que se encuentran enfermos en estos momentos. Es un
fenómeno humano común a todos, porque todos somos susceptibles de contraer
enfermedades. Todos somos frágiles y vulnerables; todos necesitamos de los
demás. La enfermedad es una experiencia humana, pero, si se vive en el
aislamiento y en el abandono, sino va acompañada del cuidado y de la compasión,
puede convertirse en inhumana. Es un reto más de los que encontramos en la
vida, que puede sacar, y de hecho saca muchas veces, la mejor versión de
nosotros mismos, puede desvelar posibilidades que ni siquiera conocíamos de
nosotros mismos, y nos hace madurar en lo importante y no poner el acento lo
accesorio. Una persona enferma en muchas ocasiones es más madura, con más
sentido de la realidad, sabe valorar lo importante y relativizar lo accesorio.
Sabernos vulnerables, frágiles, débiles, y en
definitiva mortales es conocer nuestra realidad. Y hace posible no solo el amor
verdadero, sino también la fe auténtica que se pone en manos de Dios y la
esperanza firme en la eternidad.
Con mi bendición,
+ Jesús Pulido Arriero
Obispo de Coria-Cáceres
No hay comentarios:
Publicar un comentario