Ya vimos, hablando de Nicodemo, que solo los que se
hacen pequeños ante Dios reciben de Él un corazón nuevo capaz de abrirse a su
Misterio; a estos, Dios les revela " sus cosas " las que Nicodemo no
pudo captar porque había guardado la Palabra, solo en su mente.
Oigamos a Jesús: "Te bendigo Padre...porque has
ocultado estas cosas a sabios y prudentes y se las has revelado a los
pequeños..." (Mt 11, 25...).
Cuántas veces revestimos la desconfianza hacia el
mismo Jesús, con la "virtud de la prudencia" y nos ponemos de perfil
ante su Evangelio: sus Palabras de Vida Eterna (Jn 6,68). Miremos a Pablo,
Doctor de la Ley igual que Nicodemo. Su corazón de piedra le llevó a ensañarse
brutalmente con los primeros cristianos hasta que Jesús le salió al encuentro.
Pablo no se excusó ante Él... se rindió. Su cambio fue
total. De querer ser grande a los ojos de los hombres, pasó a ser unos de
"los pequeñuelos de Dios".
Inconmensurable su testimonio acerca de la Sabiduría
recibida de Él: "Predicamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida,
destinada por Dios para nuestra gloria...desconocida por los grandes de este
mundo...” (1 Co 2,7-8).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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