¿Por
qué la Iglesia desde sus inicios fue perseguida y sigue siéndolo más de dos
siglos después? Por eso. Por tener la osadía de echarse para adelante y cantar
las cuarenta al más “pintao”. Otra cosa es ser ejemplar, que es lo que debería
ser por continuidad de su fundador. Lo tiene ganado por su persistencia pese a
los cristianos. Ese es su gran valor y mérito: la perpetuación contra viento y
marea.
Claro,
es que la Iglesia es la suma o conglomerado de los cristianos, todos hombres
desde el papa hasta el último y más indigno de nosotros, con este plural me
confieso cristiano dentro del grupo de los no merecedores de tal nombre por
nuestro comportamiento. Hombres frágiles, como la arcilla de la que estamos
formados. Seres humanos que, pese a su buena voluntad, al final nos comportamos
como lo que somos: pobres pecadores. Pero ahí estamos dentro de esa masa
conexionada que, por aquello de que la unión hace la fuerza, aguantamos contra
viento y marea. Y esa mezcolanza le permite tener una autoridad moral, por
razón de origen, para dictaminar lo que está bien y mal, además lo hace sin
complejos de culpa y da resultado. ¿Qué resultado? La critican, la ponen en
evidencia, la cubren de improperios hasta posiblemente con razón, la amenazan,
la persiguen, la martirizan –en la actualidad más mártires que nunca– y ahí
está cual cáscara de nuez flotando en medio de la tormenta sobre las olas. Esos
propios vapuleos son la argamasa que la fortalece y le da argumentos, por lo
visto, para impartir cátedra moral. Dice el clásico: ladran, Sancho, luego
cabalgamos.
El
caso es que siempre está ahí dando testimonio, y, claro, ese testimonio de vida
deja en evidencia a los otros estamentos sociales inferiores en moralidad y por
ello la atacan. ¿Cuál es su testimonio? El estar siempre con los brazos
abiertos para recibir a los desahuciados; el tener las puertas abierta para
dejar entrar a cualquiera sin pedirle DNI o pasaporte; el acoger sin mirar
raza, afiliación o religión; el ofrecer un plato de comida, pese a las
dificultades actuales, seguro que por la fuerza que da el ser continuadora de
la multiplicación de los panes y los peces. Cáritas, manos materiales de la
moralidad o espiritualidad de la Iglesia. Testamento que intentan, pero no son
capaces de conseguir los otros estamentos sociales-políticos-económicos. ¿Por
qué? Pues… será por esta propia argumentación anterior.
El
caso es que ahí está la Iglesia metiendo el dedo en la llaga a diario en todos
los asuntos necesarios o que tiene que dar su toque de aviso ético o moral, y
eso que en su propio seno interno se discute si se queda corta o se pasa. Ni la
base ni la jerarquía se pone de acuerdo en qué sí y en qué no se debe meter.
Repito, continúa y permanece pese al papa, obispos, sacerdotes y cristianos de
a pie. Un misterio. Será por aquello de que no está dormido a popa, sino
haciéndose el dormido más bien para mantenernos asiendo, unas veces, o
agarrados, otras, al timón, –no es lo mismo agarrar que estar agarrado– pese o
precisamente por el miedo a la tormenta. Así que concluyo aseverando que el
valor de la Iglesia para mantenerse en la picota le viene dado por su fundador,
porque los poderes infernales nada pueden contra él.
Valencia, agosto de 2024
Pedro José Martínez Caparrós
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