Recordemos la profecía de Ezequiel: "Yo mismo apacentaré a
mis ovejas que están dispersas a causa de sus pecados..." (Ez 34, 11...).
Recordemos la enorme tristeza de Jesús al ver a la muchedumbre
porque ..."estaban vejados y abatidos como ovejas sin pastor" (Mt
9,36).
Antes de su Encarnación Jesús ya había dicho al Padre por medio del
salmista: "No pides sacrificios ni holocaustos, por eso te digo: "Aquí
estoy Señor para hacer tu voluntad" (Sl 40,7-9) Bien sabia Jesús al venir
al mundo que sería despreciado, rechazado, humillado por todos. ¿Por qué?
Por anunciar el Evangelio que había recibido del Padre, para el cambio de
nuestro corazón (Jn 12,49-5º).
Jesús permaneció fiel a la misión porque,
aunque su rechazo fue satánico, es decir, inducido por Satanás, supo sostenerse
en la Roca inamovible: El Padre, ofreciéndonos así la "fórmula" de
nuestra fidelidad como discípulos suyos: Su Padre, que es nuestro
Padre...como dijo a María Magdalena (Jn 20,17).
Bellísima, hasta quemar nuestras entrañas, la profecía de este salmista
sobre la relación entre Jesús y su Padre, en el cumplimiento de su misión:
"Mi fidelidad y misericordia le acompañarán (a Jesús) ...
El me invocará: ¡Tú eres mi Padre, mi Dios, mi Roca salvadora! (89,25-27). Benditos
los que, sirviéndose del Evangelio, alcanzan una relación con el Padre, como
Jesús desea que la tengamos.! Para eso vino al mundo, para reconciliarnos con
Dios Padre (2 Co 5,17-19).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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