Hemos visto que Dios quiere ser amado por su pueblo, no tanto como el
Todopoderoso, que podría infundir temor, sino como Padre que acoge a sus hijos
con Amor Eterno como nos dice Jeremías (Jr 31,3).
Consciente de la debilidad de todo
hombre, Dios envía a los israelitas, profetas que les muevan a no menospreciar
la elección que han recibido de Dios. Muchas veces las exhortaciones de estos
profetas caen en terreno baldío. Ciegos y sordos de corazón, sus deseos de
conversión no son más que "nubes pasajeras" (Os 6,1-4) El mismo Oseas
pone en boca de Yahvé este triste lamento: "Mi pueblo tiene querencia a la
infidelidad" (Os 11,7).
Aun así, Dios, que, por encima de
todo, es Padre, dice a continuación: ¿Cómo voy a entregarte, abandonarte Israel...? No, pues soy Dios, no un hombre.! Precioso texto. Dios no desea
abandonar ni entregar a nadie a merced de sus debilidades. Más tiernamente aún,
aunque parezca imposible, se expresa Isaías ante nuestros pecados. Isaías, ante
tantas caídas de Israel, con una confianza filial que nos sobrecoge, se "
acerca " a Dios y " como despertándole" le dice: ¿Dónde están tu
celo, tú fuerza y la conmoción de tus entrañas? ¿Es que tú corazón se ha
cerrado para mí? ¡Porque tú eres nuestro Padre...! (Is 63,15b- 16).
Seguimos el lunes…
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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