sábado, 19 de octubre de 2024

Partiendo la Palabra Dom. XXIX T. Ord. (Marcos 10, 35-45)

 



Dios se da a conocer a los humildes de Corazón

 Qué razón tuvo San Francisco de Asís al decir que lo que más y mejor define el Amor de Dios, es su paciencia con nosotros.  Lo vemos en sus discípulos, los primeros... y los de siempre.

En este Evangelio, Marcos relata la enésima inclinación de sus discípulos hacia el sórdido mundo de sus vanidades. Santiago y Juan expresan a Jesús, el infame deseo que, ya que han dejado todo por seguirle, merecen ocupar un lugar, junto a Él, en su Reino. El enfrentamiento en el grupo está servido y las voces de protesta volaron como puñales.

Este hecho, nos ilumina a todos. ¿Cómo pudieron Santiago y Juan, presumir de que lo habían dejado todo, si sus corazones, ahí estamos todos, era una caverna de ambiciones por ser los primeros avasallando a los demás?

Nos preguntamos si Jesús, no podía haber escogido para el Discipulado, a personas menos ambiciosas, sin vanidades. Pues no, porque Jesús vino al mundo justamente porque el pecado original, que tanto nos atrae, nos deja a todos así de tarados. No había otra solución que la de encarnarse y morir; dejarse clavar en la Cruz, anulando así, nuestros sueños y taras de grandeza.

Miramos a Jesús y oímos que nos dice: "Aprended de mí, ¡¡que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29) !!Aprender viene del verbo prender!! Dejemos hablar a Jesús: Si, prended, guardad mis palabras en vuestro corazón, reducen a la nada vuestras ambiciones y vanidades.

Llevemos hacia nuestro corazón, con amor y humildad, el Evangelio de Jesús. Ese amor y humildad que no tuvieron ni tienen los fariseos a quienes Jesús dijo y dice: "Mis palabras no prenden en vosotros" (Jn 8,37b).

 

P. Antonio Pavía 

comunidadmariamadreapostoles.com

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