Recordemos la escena: María de Betania no estaba embobada mirando a Jesús;
está toda ella escuchando con tanto Amor su Palabra, que deja el camino libre y
abierto, para que esta se adueñe de su corazón y de su alma.
La disposición de María nos recuerda el deseo imperioso de David de estar
cara a cara con Dios, expresado en este Salmo: "Una cosa pido al Señor y
eso buscaré: habitar en la casa del Señor los días de mi vida, gozar de su dulzura."
(Sl 27,4...).
Esta mujer, llena de Sabiduría, supo que estaba ante el Hijo de Dios, y... ¡Se
olvidó de todo! Comprendió que las cosas por hacer en la casa podían esperar,
que su prioridad era escuchar con el alma y el corazón inclinados, el Evangelio
que salía de la boca de Jesús y gracias a ello, encontró... ¡el Tesoro de todos
los tesoros, que daba resplandor divino a su vida!
Al escuchar así al Hijo de Dios se cumplió en ella esta exhortación de San
Pablo: "El que se une al Señor, se hace un solo Espíritu con El” (1 Co 6,17).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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