domingo, 16 de septiembre de 2012

CLARO QUE SABE


“La gran tarea de la evangelización requiere un número cada vez mayor de personas que respondan generosamente al llamado de Dios y se entreguen de por vida a la causa del Evangelio. Una acción misionera más incisiva trae como fruto precioso, junto al fortalecimiento de la vida cristiana en general, el aumento de las vocaciones de especial consagración”. Entre los muchos aspectos que se podrían considerar para el cultivo de las vocaciones “el cuidado de la vida espiritual”. “La vocación no es fruto de ningún proyecto humano o de una hábil estrategia organizativa. En su realidad más honda, es un don de Dios, una iniciativa misteriosa e inefable del Señor, que entra en la vida de una persona cautivándola con la belleza de su amor, y suscitando consiguientemente una entrega total y definitiva a ese amor divino”. “La preocupación por las vocaciones ocupa un lugar privilegiado en mi corazón y en mis oraciones”. (Benedicto XVI) .








                                                        
                                                            CLARO QUE SABE

Damos un salto de esta primera llamada a la última, la que consuma el definitivo toque a su obra creadora en él, sabiendo que todo discípulo y pastor es una obra maestra de Dios. En esta última vez, a las orillas del mar del Tiberíades, Jesús le pregunta: Pedro, ¿me amas? -La misma voz, los mismos ojos y…, ahí queda el pobre Pedro aturdido por el asombro, ¡el mismo amor!

¡Señor, tú lo sabes todo, lo sabes todo acerca de mí! ¿Y aún me preguntas que si te amo? ¡Claro que sí, por supuesto que te amo! ¿Quién sino Tú es capaz de ofrecer al hombre caído motivos y razones para seguir viviendo? Tu pregunta es como un soplo que aviva la mecha humeante (Is 42,3) a la que se vieron reducidas mis promesas de amor y seguimiento a ti: “… ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti” (Jn 13,37).

Buceamos, entre curiosos y expectantes, por el inmenso amor de soliloquios de Pedro ante esta mirada-pregunta, que en realidad es una neollamada de Jesús, con la certeza de encontrar en Él respuestas, y también fuerzas ante tantos miedos que nos impiden fiarnos de nosotros mismos a la hora de  decir nuestro ¡aquí estoy! a Dios.

Bien cierto es que, si nos atrevemos a mirar fijamente el corazón de Pedro, llegamos a la conclusión de que la verdad de nuestros impedimentos para responder a Dios el aquí estoy ante sus llamadas, no es que no nos fiamos de nosotros mismos, sino que, realmente, de quien no nos fiamos es de Dios, no nos creemos que la historia de Pedro sea repetible. Pues sí, lo es, se repite en cada discípulo llamado al pastoreo.

Nos parece oír los susurros de Pedro: ¡Señor, tú lo sabes todo sobre mí! Es cierto que hemos hablado en otras ocasiones de este encuentro de Jesús con Pedro en la mañana de la resurrección. Hoy nos apetece acariciar estas palabras, tan bellas como sobrecogedoras: Señor, tú sabes todo acerca de mí y, a pesar de ello,  me llamas…  Ahora sí que comprendo el valor incalculable que tiene la vida que has ofrecido, entregado, por mí… ¡Es tanta mi pobreza, tan escaso mi amor! Sin embargo, ahora ya sé lo que es ser amado aunque yo no te haya sabido amar.

Sin salir de las entrañas de Pedro, nos parece oír la respuesta de Jesús, o quizás mejor, las razones por las que insiste en su llamada-invitación a que pastoree sus ovejas. Recogemos, pues, las palabras del Señor y Maestro que resuenan en el alma asombrada y sobrecogida de Pedro. El soliloquio ha dado paso a un diálogo íntimo en el que el eco de cada palabra está cargado de mil resonancias, rebosantes todas ellas de la ternura infinita del Hijo de Dios, y también, por qué no, de la ternura del rudo pescador que está con Él.

Afinamos el oído y escuchamos la respuesta que da el Hijo de Dios a su amigo y discípulo: Es cierto, conozco todo sobre ti, conozco tu corazón mucho mejor que tú mismo. Acuérdate que en su momento te advertí que no estabas todavía preparado para seguirme, mas también te prometí que un día estarías capacitado para  dar estos pasos (Jn 13,36). No era entonces posible para ti ni para nadie. Al igual que todos los demás, tenías una fe infantil, disonante; tu boca y tu corazón estaban desajustados. La palabra de tus labios no estaba en absoluto en consonancia con tu corazón tan voluble… Más de una vez lo habrás oído en la sinagoga cuando se leen los textos proféticos: “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí” (Is 29,13). Justamente por esta disonancia no podías ni seguirme, ni ser pastor según mi corazón. Una vez que he dado mi vida por ti y que ya te es posible el seguimiento y la aceptación de mi llamada a ser pastor, rememoro nuestro primer encuentro y te pregunto: ¿Quieres? Puesto que ya puedes amarme a mí y a mis ovejas, te digo: ¿Me amas y las amas?



1 comentario:

  1. Reciban muchas bendiciones desde El Salvador Centroamerica, les comparto mi testimonio de sanidad para la gloria de Dios en mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
    UN SALUDO AFECTUOSO DESDE EL SALVADOR, CENTROAMERICA.

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