«Yo soy el buen pastor,
(...) conozco a mis ovejas y las mías me conocen» (Aleluya).
"Yo
soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas, es decir, las amo, y ellas me
conocen a mi. Es corno si dijese con toda claridad: «Los que me aman me
obedecen.» Pues el que no ama la verdad es que todavía no la conoce.
Ya
que habéis oído, cuál sea nuestro peligro, pensad también, por estas palabras
del Señor, cuál es el vuestro. Ved si sois verdaderamente ovejas suyas, ved si
de verdad lo conocéis, ved si percibís la luz de la verdad. Me refiero a la
percepción no por la fe, sino por el amor y por las obras.
El
que entre por mí se salvará, disfrutará de libertad para entrar y salir, y
encontrará pastos abundantes. Entrará, en efecto, al abrirse a la fe, saldrá al
pasar de la fe a la visión y la contemplación, encontrará pastos en el banquete
eterno.
Sus
ovejas encontrarán pastos, porque todo aquel que lo sigue con un corazón
sencillo es alimentado con un pasto siempre verde. ¿Y cuál es el pasto de estas
ovejas, sino el gozo íntimo de un paraíso siempre lozano? El pasto de los
elegidos es la presencia del rostro de Dios, que, al ser contemplado ya sin
obstáculo alguno, sacia para siempre el espíritu con el alimento de vida.
Busquemos, pues, estos pastos, para
alegrarnos en ellos junto con la multitud de los ciudadanos del cielo. La misma
alegría de los que ya disfrutan de este gozo nos invita a ello. Por tanto, despertemos nuestro espíritu, enardezcamos nuestra
fe, inflamemos nuestro deseo de las cosas celestiales; amar así es ponernos ya
en camino. Que ninguna adversidad nos prive del gozo de esta fiesta interior,
porque al que tiene la firme decisión de llegar a término ningún obstáculo del
camino puede frenarlo en su propósito. No nos dejemos seducir por la
prosperidad, ya que sería un caminante insensato el que, contemplando la
amenidad del paisaje, se olvidara del término de su camino.”
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