Seguramente, para muchos de nosotros, esta Semana Santa debe haber
tenido un sabor especial. Además de ser la Semana Mayor. El
corazón no estaba dividido aunque estaba en dos lugares, ya que antes o después
de cada celebración con la comunidad intentaba escuchar o mirar, aunque sea de
reojo, en la radio o en la televisión, que había hecho o dicho el Papa
Francisco. Me llamo la atención la homilía de la misa crismal donde, entre
otras cosas nos decía a nosotros los sacerdotes:
“El que no sale de sí, en vez de
mediador se va convirtiendo, poco a poco, en intermediario, en gestor. Todos
conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor “ya tienen su paga”,
medran a costa de las partes y así como no “ponen el propio pellejo ni el
corazón” tampoco reciben un agradecimiento de corazón. De aquí proviene
precisamente esa insatisfacción de algunos, que terminan tristes y convertidos
en coleccionistas de antigüedades o de novedades en vez de ser pastores con
olor a oveja y pescadores de hombres…”
El
Jueves Santo les lavo los pies a muchachos y muchachas menores de edad presos,
y algunas frases me fueron quedando para rumiar durante este tiempo de pascua:
“busquen el dialogo”; “únanse”, “llegar a las periferias existenciales”; “no
centrarnos en los trapos litúrgicos para llegar a ver la belleza y profundidad
de la misma”; “Ser pastores con olor a oveja”; “No tenerle miedo a Dios, el no
condena, ama y perdona” y tantas otras que a cada uno seguro nos tocaron el
corazón.
La alegría es grande y no hay porque dejar de celebrarlo: La
muerte fue vencida y la Vida
triunfó!!! Jesús resucito!!! Se quedó con nosotros!!! Nada más importante y
existencial; El Hombre nuevo se hace realidad. Y la alegría también es sobria,
ya que tenemos Papa y el mismo es “Francisco”.
Alterno con algunos
comentarios jocosos encima de este tema. Pero cuidado, no lo hago con espíritu
chauvinista, ya que estoy convencido que lo importante no es que Francisco haya
nacido en Argentina; eso es un accidente colateral, sino que el hecho
significativo es tener un Papa hispano y latinoamericano, que podrá tener una
mirada del mundo, de la realidad y de la historia desde otro lugar, desde los
perdedores; al menos es lo que deseo, y esto no es poca cosa.
¡Ahora si, después del paréntesis: Cómo se divierten con los
argentinos en el mundo entero! Sus razones deben tener, tenemos nuestras
debilidades y todos nos conocemos.
Algunos diarios del mundo publicaron en su tapa: “La otra mano de
Dios”, otros se preguntan cómo siendo porteño y argentino Francisco no se puso
por nombre “Jesús II".
Sin embargo, y aunque parezca un chiste contra los argentinos, lo
que les comento ahora es un hecho real que me ocurrió hace un día apenas cuando
un sacerdote Dehoniano de Brasil, que conocí en el aeropuerto, regresando a
Madrid para viajar a Argentina, me contaba que una mujer le preguntó porque
eran tan distintos los estilos de Francisco y Benedicto XVI y el, no supo que
responderle hasta que sin pensarlo casi, le salió:
“Sabes lo que ocurre, Benedicto es muy bueno y su estilo es el de
un teólogo; Francisco también es muy bueno,…, pero su estilo, “es el de Jesús”.
Sin faltarle el respeto ni quitarle los méritos ni el valor a la
obra de Benedicto XVI, simplemente me pareció su respuesta, por lo espontánea,
verdaderamente magistral. Punto y aparte.
Por un lado, no se puede negar, nos llena de esperanza la elección
de Francisco para la Iglesia
y el mundo.
Además de sus primeros gestos, su nombre no deja de indicarnos un
camino, un proyecto, un estilo de Iglesia, pobre, sobria, que vive en el
encuentro personal con el otro la experiencia de Jesús. No olvidemos tampoco
que San Francisco fue un laico toda su vida y solo al final lo ordenaron
diacono, como exigencia por su predicación, este no es un dato menor.
También no dejan de sorprender el estilo, sobrio, campechano y
cercano del Papa, sus formas, gestos, palabras y actitudes que hasta ahora
vamos viendo. Lo llamativo es que actitudes y valores humanos ordinarios, que
recibimos de nuestras familia, casi todos somos hijos de tanos y gallegos que
se deslomaron trabajando y dejaron el cuero para que tengamos un futuro lo más
digno posible, se vuelven extraordinarios en la “cima” de la Iglesia. Estas
actitudes son caricias del Espíritu para el mundo entero.
Por otro lado, no
podemos negar las dificultades y suciedades que vivimos en la Iglesia , de arriba hacia
abajo: la curia romana, el Banco IOR, los curas pederastas, etc., y que nos
llaman a vivir en una actitud permanente de conversión personal, pastoral e
institucional que presupone la justicia.
De una forma u otra, por
acción u omisión creo que a casi todos nos cabe el poncho. Todo este peso y
podredumbre, seguramente, entre otros motivos, no habrá hecho soportar a
Benedicto XVI sostener la barca de Pedro, y colocan ahora encima de Francisco
demasiadas expectativas en cuestiones que son de fondo y en las cuales se le
irán la vida y solo Tata Dios y la historia juzgara si hubieron algunos cambios
realmente. ¡No creo que sea justo pedirle tanto!
El fondo del problema, dice el teólogo J. M Castillo, está en que
la “lógica de la renovación” de la
Iglesia no es la” lógica de la razón”, sino la “lógica del
Evangelio”, que es paradójicamente la” lógica del caos”. El “desorden” que
Jesús provocó con su conducta, con sus conflictos frente al Templo y los
dirigentes religiosos de su tiempo. La conducta evangélica que se tradujo en el
“miedo a la bondad” y el “miedo a la ternura” que el papa Francisco les dijo a
los Jefes de Estado, en la misa de su nombramiento oficial, que tenían que
superar. (Cf. en la Web ,
Periodismo Digital del día 30-03-13)
Les comparto tres palabras de un artículo que publicó Ignacio
González Faus en estos días, y las hago mías desarrollando dos palabras de cada
una, pensando en los desafíos que tiene Francisco, pero remarcando sobre todo
cuáles, a mi humilde juicio, deberían ser nuestras actitudes.
Subrayo: “Paciencia”, “Esperanza” y “Colaboración” y yo añadiría,
“Tolerancia” y “espíritu de comunión”
“Paciencia” para asimilar este tiempo, saber que los cambios que
“yo” creo urgentes pueden no serlo tanto, sabiendo que estamos en las manos de
Dios y su Espíritu conduce la barca. Sus tiempos, casi siempre, no coinciden
con los nuestros.
“Esperanza” para saber esperar, pero “sin exagerar en las
expectativas” y acompañar en este tiempo nuevo la vida de la sociedad y a
nuestras comunidades parroquiales, juveniles, seminarios, etc. Animándolos a
vivir procesos desde la fe, que sin duda nos harán a todos más humanos y
consecuentemente más parecidos al rostro de Dios. Muchos cristianos y no
cristianos están, al menos, sorprendidos por los “gestos del Papa”. Es un
comienzo.
“Colaboración”, ya que cada uno con nuestras actitudes, nuestras
palabras y nuestros gestos concretos de cercanía, misericordia y compasión,
teniendo “mano de hierro”,quiero decir con esto: firmeza en las convicciones
del evangelio, pero con “guantes de seda”: por el cariño, la ternura y la
compasión con que debemos vivirlo, somos corresponsables en acompañar este
proyecto de forma prospectiva. Esa actitud, cuenta su hermana en una
entrevista, que se destacaba en el Cardenal Bergoglio en sus años de formador.
Es muy importante que no nos olvidemos también, que hay muchos
hermanos laicos, religiosos y sacerdotes que están como perdidos,
desconcertados y algunos hasta desconformes con la alegría que en estos días
estamos viviendo. Y no son pocos! Ellos también forman parte de esta barca.
En este sentido, nos invita el evangelio a cada uno a asumir la
“tolerancia” y un “espíritu de comunión”, no vale aquí el ojo por ojo y diente
por diente, o estar de un lado o del otro, aunque nuestro lado humano lo
piense. Debemos incluir a todos en la causa de Jesús. Esto nos lo pide y exige
el mismo evangelio.
En Nazaret, Jesús con su familia fue construyendo su identidad,
amasando el pan de la ternura y el vigor, de María, de José y de toda su
parentela, que con el agua del Espíritu le iban dando forma. Haciendo crecer la
maza, amasando de nuevo cada vez que era preciso, comenzando una y otra vez y
colocando la levadura justa, hasta que el mejor pan esté preparado para
compartirlo con toda la humanidad.
El propio Nazareno se
entregó como pan partido para el mundo. Nosotros también debemos hacerlo; y el
único camino es pasar por la cruz.
Mamerto Menapace título
uno de sus libros, “El Paso y la espera”.
Pascua, “Paso de la
muerte a la vida”, de las “tinieblas a la luz”, de la “tristeza a la alegría”.
“Espera activa”, que nos obliga a
descentrarnos, a abrir el corazón a todos, comenzando por las “periferias
existenciales” que son muchas, con “mano de hierro y guante de seda”, ya que
amar como nos amó Jesús es un compromiso y una decisión diaria que no pocas
veces duele y nos lleva, por pasión y amor radical, a ofrecer la propia vida.
Por P. Eduardo Redondo. Sacerdote Operario Diocesano
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