domingo, 1 de julio de 2018

Amado Santiago



        
Testigo directo de Jesús, amigo de Jesús y caminante con Jesús. Te agradezco en el alma que vinieras a Hispania con tu Fe, consagración y milagros -no toda la humanidad puede decir lo mismo-.  

La gran Gracia de haberte tenido evangelizando, ahora dice mi País que es aconfesional… Pues digo, que precisamente nosotros, no tenemos excusa ante Dios así pasen los siglos. ¡Pena de País, qué manera de corresponder a tus palabras de salvación! Me quedo atónita, tanto que esto parece la “Caesaraugusta” de entonces.

El odio a lo cristiano, a la cruz, a todo lo que huela a Cristo, no deja de crecer en mentes ateas, maliciosas y llenas de rencor. No tenemos la amenaza romana de entonces, pero sí, la de “nuestros hijos” y algunos padres que es aún peor.  

Pero no te apenes Santiago, tu trabajo quedó sellado en muchas almas hasta llegar a mí. No fue inútil tu presencia, ni tu estrella, ni tu aparición en la batalla de Clavijo contra los moros. Por el contrario, nos hemos hecho más fuertes en la Fe.

En tu recuerdo de Apóstol de Dios: La Columna de jaspe rosado que dejó la Virgen ante ti en Zaragoza -aún vivía María en Palestina-. 
      
En tu honor: “Santiago y cierra, España” (cerrar cuadro de las brigadas de infantería y caballería), ha sido la frase castrense que nuestros ejércitos usaban antes del combate. Gracias a ti, muchos siglos después fuimos un Imperio cristiano dónde “nunca se ponía el sol” (Fray Francisco de Ugalde a Carlos I de España).   

Tú hiciste tu labor, ahora yo hago la mía y desde aquí te pido que seamos capaces de imitarte en la tribulación hasta el final. 

Jesús eligió a Santiago y María a España. ¿Cómo es posible olvidar tanto privilegio?

Emma Díez Lobo

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