sábado, 7 de julio de 2018

XIV Domingo del Tiempo Ordinario



El Evangelio se realiza en la debilidad del rechazo

El Reino de Dios es obra de Dios y se realizará con los medios propios de Dios, totalmente diferentes de los empleados por los grupos y gobiernos humanos, que buscan conseguir sus objetivos con medios eficaces, inmediatos y que reportan gloria, aunque tengan que pisotear la libertad y dignidad de las personas para conseguirlo. Dios ha creado al hombre a imagen y semejanza suya y actúa siempre respetando su dignidad y libertad. Por ello actúa como “Dios oculto” que propone su plan salvador de forma razonable a la libertad humana y se expone a su aceptación o rechazo.

El Evangelio recuerda el rechazo de Jesús por parte de los suyos. Visita Nazaret. Sus paisanos son testigos de sus palabras y obras admirables, que no pueden negar. Pero ¿cómo explicarlas? ¿Será que Jesús, su paisano, miembro de una familia humilde,  es el Mesías enviado por Dios o será que está endemoniado como dicen los escribas (cf. Mc 3,22)? El primer caso implica que Dios ha querido actuar en la debilidad por medio de uno de sus paisanos, respetando así la libertad humana, y no de forma triunfalista, violenta y aplastante como esperaba la opinión popular, amante de lo espectacular. Rechazan esta explicación y creen que está endemoniado.  Jesús lo comenta como el rechazo del profeta por parte de familiares y paisanos.

Es un problema que afecta a los creyentes en todos los tiempos. Israel sufrió una grave crisis de fe cuando fue llevado al destierro de Babilonia por un pueblo que adoraba a otros dioses. ¿Realmente Yahvé es el Dios poderoso del mundo? ¿Cómo es que no actúa a favor de su pueblo aplastando a los enemigos con legiones de ángeles? La respuesta por medio de Isaías (cf. Is 45,15) es que actúa, pero  como “Dios oculto” que se esconde en las personas y sus palabras para actuar. Así sigue actuando Jesús resucitado, como “Dios oculto” que se esconde en la pobreza de la predicación del profeta y en la pobreza de la comunidad eclesial y de sus celebraciones.

Las otras dos lecturas comentan esta realidad. La primera recuerda la vocación del Ezequiel, enviado por Dios aunque no le hagan caso, y la segunda la experiencia de Pablo de que Dios, ¡el protagonista! actúa  por medio de la debilidad de sus enviados. El Evangelio se realiza en la debilidad, porque Dios es el protagonista. Por ello las situaciones débiles no deben desanimar al creyente. Es lo normal. Pero exige una fe cada vez más adulta.

Toda celebración de la Eucaristía es presencia del Dios oculto que actúa eficazmente en la pobreza de la comunidad, de sus ministros y de sus ritos.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


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