viernes, 24 de julio de 2020

Festividad de Santiago Apóstol


La festividad del Apóstol Santiago nos recuerda que él fue nuestro padre en la fe. Así lo dice la tradición cristiana, que Santiago es­tuvo en España y aquí anunció al Se­ñor, sembró la semilla de la fe y nos ofreció la Buena Noticia de la salva­ción de Señor.
Encargado de esta misión, la cum­plió a la perfección y fue capaz de ser testigo de Cristo hasta la muerte por defender su fe.
Celebrar la festividad de Santia­go Apóstol hoy nos trae al recuerdo la España de la fe, la tierra abierta al mensaje en Jesús, que por la palabra y el testimonio del Apóstol Santiago, se convirtió en un modelo de nación creyente y cristiana.
Es esta una realidad que contrasta con la situación actual que estamos viviendo en nuestra sociedad españo­la respecto a la fe. En ella el laicismo se ha instalado hasta los más recón­ditos rincones de la misma, y parece que la fe y la presencia de Dios, que otro tiempo fue tan brillante en nues­tras tierras hoy no se valora, siendo así que ni su cultura, ni su historia española, puede entenderse sin esa referencia a Dios y a la fe.
No se trata solo de recordar tiem­pos pasados, ni añorar los mismos, pero sí de reconocer nuestras raíces, de recordar que nuestra nación fue un lugar donde los valores del evangelio tuvieron cabida y se desarrollaron fuertemente, y nuestra gente los vivió profundamente, y fueron algo esen­cial para ellos Cómo no recordar a aquellas fa­milias en las que se respiraba un am­biente creyente y cristiano, en el que los padres transmitían a sus hijos los valores cristianos como la mejor he­rencia que podrían dejarnos, en las que rezaban juntos, y Dios tenía un puesto realmente relevante en ellas.
Cómo no recordar la vivencia cris­tiana de nuestros abuelos, de nuestros padres, que en todo momento tenían presente a Dios y los valores cristia­nos era la norma principal por la que regían sus vidas.
Los tiempos han cambiado, por desgracia, y hemos llegado a esta rea­lidad actual en la que se quiere borrar todo vestigio de fe, de Dios y de acti­tudes creyentes.
Hemos pasado de una situación en la que los españoles iban a tierras de misión para cumplir el encargo de Je­sús de «predicar a todas las naciones el mensaje de salvación» (Mc 16, 15); a otra muy distinta, en las que las voca­ciones de entrega al servicio del evan­gelio atraviesan por una verdadera y dura sequía, porque no son rentables.
Hoy necesitamos que otros ven­gan a recordarnos lo que fuimos, para que sepamos valorar la fe en Jesús, porque:
Las familias han dejado de ser cristianas, en ellas no hay sitio para Dios y su mensaje, preocupadas úni­camente por lo material. Los padres ya no son transmiso­res de fe para sus hijos, porque ya no tienen punto de referencia en sus pro­pias fami­lias, de las que viene cada uno de los que forman el matrimo­nio. Preocupan muchas cosas y existe una despreocupación y falta de valo­ración por todo lo que suene a fe, reli­gión y Dios.
Fuimos evangelizados por Santia­go. Lo mismo que él, con su predica­ción y testimonio, logró sembrar la semilla de la fe entre nosotros, tam­bién nosotros estamos llamados a ha­cer hoy testigos de Jesús en medio del mundo.
El momento actual es para no­sotros el mejor de los momentos de evangelizarnos y evangelizar. Y es el mejor porque es el único que tene­mos: el pasado ya pasó y el futuro no sabemos cómo será, nos queda solo el presente, y en él hemos de hacer rea­lidad el encargo del Señor de ser sus testigos.
La evangelización de nuestro mundo depende de todos. Todos de­bemos sentirnos responsables y todos tenemos algo muy importante que aportar.
Que Santiago Apóstol nos ilumine en la tarea evangelizadora, para que todos sepamos cumplir con la parte que nos corresponde.
+ Gerardo Melgar
Obispo de Ciudad Real

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