Dejamos a Jesús escarnecido hasta lo indecible por una turba de "
enfermos del alma " que le gritaban fuera de sí: ¿Dónde está tu Dios?
Dicen que Jesús, no respondió a sus
desprecios, pero no es cierto, con un esfuerzo supremo, clavado en la Cruz,
alzó sus ojos a lo alto y dijo al Padre: Perdónales...Si Padre, perdónales... ¡No saben lo que hacen! (Lc 23,34).
Al pronunciar estas palabras, se
abrieron las puertas de nuestro Perdón y también de nuestra Redención. Está fue
su respuesta a tantos insultos y blasfemias. A continuación, el mundo, vio brillar
su victoria y también la nuestra, al oír al Crucificado decir al Padre: ¡En tus
manos encomiendo mi Espíritu! O sea: Abre tus brazos que voy hacia ti (Lc 23,46).
Los primeros signos de la Victoria
de Jesús sobre la Mentira que pisotea nuestras mentes y corazones nos los dio
el Centurión al proclamar conmovido: ¡Verdaderamente éste, era el Hijo de Dios!
(Mc 15,39).
!Increíble! El testimonio público de "un pagano” "golpeó de tal
modo la conciencia de esos cumplidores blasfemos, que…oigamos lo que escribe
Lucas: "Al ver lo sucedido, se volvieron golpeándose el pecho (Lc 23,48), como
el publicano (Lc 18,13).
P. Antonio Pavía
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