Hijos de Dios o hijos del mundo.
Pongo un énfasis especial en las últimas palabras de Jesús, de este
Evangelio. En ellas vemos que llama Bienaventurados a quienes hacen el bien a
los demás con discreción, e incluso de forma anónima, para que aquellos a
quienes ayudan, no tengan que agradecérselo. Este rasgo marca la diferencia
entre los hijos del mundo y a los de Dios. A estos últimos, Jesús les llama
Bienaventurados, o sea, les considera del grupo de sus más íntimos; los mismos
a quienes llama: Pobres de espíritu, mansos como Él que es el Cordero de Dios,
limpios de corazón, misericordiosos...etc. (Mt 5,1...).
Nos estamos refiriendo a las
Bienaventuranzas, que marcan el estilo propio del Discipulado. Hacer el bien a
los demás sorteando juicios y prejuicios crea "la Santa Libertad" en
el corazón de los Discípulos de Jesús.
No somos mejores que nadie, pero hemos tenido la Sabiduría de escoger a
Jesús, el Único que puede crear en el hombre un corazón nuevo, como nos fue prometido
por medio de Ezequiel (Ez 36,26-27).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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