lunes, 11 de agosto de 2025

Partiendo la Palabra EL EVANGELIO Y SUS FRUTOS (XI)

 


Insistimos en la proclamación de la Gloria del Nombre de Dios, proclamada por Él mismo: ¡Lo he glorificado y lo volveré a glorificar!

  La humanidad entera, representada por Israel y el Imperio Romano, despreció y pisoteó el Glorioso Nombre de Dios al crucificar a Jesús, su Hijo. Todo asesino a lo largo de la Historia tuvo una muerte más digna que la de Jesús. Satanás y sus colaboradores, ebrios de la gloria de este mundo, cantaban su victoria sobre Dios en el Calvario, cuando de pronto, Jesús, irguiéndose como pudo sobre la Cruz, proclamó su inminente glorificación victoriosa: ¡Padre, en tus manos, encomiendo mi espíritu!

 Grito victorioso que, sometiendo el mal y la muerte, hizo enmudecer a todos los agentes de la Mentira y del Mal allí congregados. 

 Nos permitimos recoger los últimos susurros de Jesús al Padre en su agonía: ¡Padre, hemos vencido, hemos abierto un Camino de Salvación para todo hombre! Desde entonces, todos podemos testificar lo que años después proclamó el Apóstol Pablo: ¡Donde abundó el pecado sobreabundó la Misericordia!  (Rm 5,20b). Bien podía Pablo ensalzar la Misericordia de Dios, él que había condenado con su voto, a tantos Discípulos de Jesús, de los primeros tiempos. (Hch 26,9-11).

 

P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

 

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