"Mis Palabras son Espíritu y Vida"
(Jn 6,63 b)
El Salmista movido por el Espíritu de Dios, siente el despertar de los
sentidos de su alma, como diría San Agustín, que le impulsan a cantar desde lo
más profundo de sus entrañas, esa música que solo Dios puede crear y que le
mueve a proclamar: "Me brota del corazón un poema hermoso..." Son palabras
del Cielo, no de la tierra; nos imaginamos al salmista abrazado a ellas porque
destilan Vida para su alma. Este hombre podría decir que han volado hacia él
como palomas desde las manos del Dios Vivo.
El Apóstol Pablo recoge está bellísima experiencia del Salmista al
confesarnos la Raíz y la Fuente de su predicación: "Anunciamos lo que ni
el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó
para los que le aman y que Dios nos reveló a nosotros por medio del Espíritu' (1
Co 2,9-10).
P. Antonio Pavía
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