Tú vas conmigo, Señor.
Los Apóstoles se hacen
a la mar; Jesús queda en tierra. De pronto se levanta una terrible tempestad
que azota tan violentamente la barca, que nuestros amigos creen llegada su
última hora. Presos del miedo, atisban a lo lejos a alguien que camina hacia ellos.
Movidos por el pánico gritan: ¡Es un fantasma! El término fantasma se
deriva de fantasía. Los apóstoles piensan que lo que han visto es una ficción
sin más.
Nos encontramos con una
catequesis determinante sobre la fe. Tiene que ver con la pregunta que surca la
historia... ¿Existe Dios? Y... ¿Jesús es el Hijo de Dios? ...o todo ello no es
más que un producto de la imaginación, tan dada a sobrenaturalizar la realidad.
Pedro nos ayuda a discernir. En pie sobre la barca emplaza a Jesús que le ha
dicho... ¡¡Soy yo!! Pedro le grita: ¡Vale. Si eres Tú, dame una palabra que me
permita ir hacia ti sobre las aguas!
Jesús acoge. Y con qué
amor, el reto y le dice: ¡Ven! Es la palabra con la que toda persona inicia su
discipulado. Pedro empieza a caminar… a un cierto momento se empieza a hundir y
clama: ¡Señor sálvame! Dice Mateo que "al punto" Jesús le sostuvo;
"al punto"... lo que indica que no se separó de él en cada paso que dio
sobre el mar.
"Tú vas conmigo..." había
profetizado el salmista (Sl 23,4).
P. Antonio Pavía. Misionero
Comboniano
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