Jesús pregunta a sus discípulos:
¿Quién dice la gente que soy yo?
Pedro responde:
"Tú eres el Cristo - el Mesías- el Hijo de Dios vivo".
Un judío celoso e
intransigente por la Transcendencia de Dios jamás diría que un
"hombre" es Dios, sino se lo inspirase Dios Padre, como el mismo
Jesús hizo saber a los doce.
Fijémonos en las
últimas palabras de esta confesión de Pedro: Eres el Hijo de Dios vivo.
Los hombres
tenemos esa centella interior, por pequeña que sea, que nos mueve a buscar la
Vida, el Fuego que dio origen a nuestra centella. Tenemos también el peligro de
orientar nuestro destello hacia
divinidades ficticias, siempre las hubo. Antes se las erigían estatuas, ahora
pedestales virtuales en los que entronizamos ideas, planteamientos,
proyecciones que hoy son y mañana se cambian por otros, porque quedaron caducos.
Los discípulos de Jesús
no somos mejores que nadie pero sí tenemos la sabiduría de buscar
"al Dios vivo", al que, precisamente por estar vivo, abre sus
oídos a nuestros lamentos y tristezas (Sl 130). El Dios que está pendiente de
tus súplicas (Si 35,17)... En definitiva, el Dios vivo de quien dice el
salmista..." hace tanto por mi " (Sl 57,3) Y la buena noticia es
que...
"El Dios
vivo salió en nuestra búsqueda"
¡Hablamos del Señor
Jesús!
P. Antonio Pavía
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