Nuestra
Patrona es
un cielo abierto donde puedes saborear esa sabiduría escondida, donde otros
solo verán nubes de tormenta. La Virgen del Mar es ese susurro suave y sutil
que musita a nuestro espíritu la voluntad de Dios.
“…la estrella que es guía en la noche del
navegante”, porque “el mar, son los propios pensamientos, que a veces están en
bonanza y en ocasiones se agitan tempestuosamente poniendo a prueba la
habilidad del piloto”. Tras haberlo vivido así, nos aconseja: “No te agobien
las cosas de la tierra”. Aún en las más negras borrascas del mundo, si elevas
los ojos a la Virgen..., algo verás”, queriendo decir que mirando a la Virgen
del Mar, nunca se queda uno a oscuras.
De hecho, la Virgen María nunca estuvo ausente de
su pensamiento y de su corazón; nada emprendió sin contar con Ella; le acompañó
todos los días de su vida. No hay en sus anotaciones una sola página donde no
aflore el nombre dulcísimo de María: “La Virgen todo lo puede”, “todo está en
sus manos”, “todo se hace con su ayuda y la de Dios”. Y un día memorable, San
Rafael Arnáiz, consigna sus vivencias en estos términos: “¡Qué
bien conoce Dios el corazón del hombre, pequeño y asustadizo! ¡Qué bien conoce
nuestra miseria que nos pone ese puente... que es María! […] No sé si diré algo
que no esté bien, […] pero creo que no hay temor en amar demasiado a la Virgen.
Creo que todo lo que en la Señora pongamos, lo recibe Jesús ampliado... Yo creo
que, al amar a María, amamos a Dios y que a Él no se le quita nada, sino todo
lo contrario”. “¡¡¡Cómo no amar a Dios teniendo a María!!!”.
Dios ha puesto a la Virgen “entre el cielo y la
tierra” como intercesora, para que alcance del mismo Dios, todo aquello que nos
da: guía, aliento, amparo, fortaleza, consuelo, compasión y dulzura”.
María es el espejo del rostro materno de Dios, su
imagen más perfecta en una criatura humana, porque Ella es la única “llena de
gracia”, es decir, llena del Espíritu Santo. Por eso escribe: “Dios nos ofrece
el corazón de María como si fuera el suyo”.
Virgen María, Tú presides nuestras horas y nuestra
vida acompañas. Nos enseñas a decir: “Hágase en mí tu palabra”.
En Ti vemos a la Iglesia, de Ti aprendemos a amarla.
Cantas el “cántico nuevo”, y el “Magníficat”. Proclama la grandeza del Señor y
la humildad de su Esclava. Todos los pueblos pregonan que eres bienaventurada.
Madre de Dios, Madre nuestra, llena de amor y de
gracia, Dolorosa en el Calvario y jubilosa en la Pascua, ya en cuerpo y alma en
el cielo y de estrellas coronada.
Cada primero de mes y año tras año venimos
asistiendo, en Madrid, a la llamada de la Virgen del Mar, que quiere residir
por siempre con nosotros, por ello la acogemos y la veneramos clamorosamente.
Esta es la experiencia que hizo María de
Nazaret y que el evangelista Lucas nos describe de forma
magistral: María guardaba y meditaba en su corazón la Palabra. ¡Qué cosa más
humana la memoria! Ella tenía memoria - guardaba las cosas en su corazón-.
Guardar y meditar, que no significa un proceso
mental, sino acogerla hasta hacerla tuya. Pienso que Nuestra Señora está
contenta, tuvo que aprender en el cielo primero griego (para entender bien lo
que decidieron los de Éfeso, que hablaban y rezaban en griego) y luego, latín.
Han sido tantos siglos oyendo como le decían sus hijos mil y millones de veces:
“Ora pro nobis” “Virgo gloriosa et benedicta”. Incluso sonríe complacida por el
acierto del adjetivo que le hemos añadido a su nombre de Dulce nombre de María.
Qué lo es. Inútil investigar quién lo inventó, seguro que san José por la manera
de llamarla “María”, tan dulcemente.
Yo he ido aprendiendo que hace falta hablar con la
Virgen despacio, seria y delicadamente, sin impacientarse. Es tan cercana, con
tanta ternura, confianza, una paz, un gusto que es difícil disfrutar tanto si
no estamos a su lado.
Yo quisiera hoy mostrar mi amor a la Virgen, a
Almería y mi gratitud a todos los que hoy conmemoramos el 500 Aniversario de la
creación de la Hermandad Matriz de Almería, promulgando a la Virgen del Mar
todas las glorias que tienen hoy cabida en su figura. Yo quisiera que las
letras de este texto, alcanzasen o no finalmente vuestra benevolencia, fuesen
sobre todo testimonio de ese amor que aprendimos de nuestros padres. Dejadme
ser, en la torpeza de mi pluma, un portavoz ilusionado de las nuevas
generaciones cofrades, que quieren dejar escrito un nuevo capítulo en esa
gloriosa historia almeriense de amores a la Virgen, en su advocación del Mar.
Somos responsables de preservar un legado de
creencias en un marco de bellísimas formas y tradiciones. Pero nuestra fe viva
tendrá que alumbrar un entorno de tibieza religiosa, y, en ocasiones, de
materialismo ciego. Hoy estamos llamados, más que nunca, a dar autenticidad a
nuestro culto, a profundizar nuestra vida espiritual y nuestro compromiso
social, haciendo de nuestras hermandades un cauce específico para vivir como
verdaderos cristianos.
Consciente de ello solo quiero invitaros a recrear
esas vivencias, reviviendo cada momento emotivo, cada ilusión renovada, en ese
tiempo que la sabiduría de nuestro pueblo almeriense quiso y quiere dedicar a
su excelsa Patrona: La Virgen del Mar.
Este año de 2020, no podremos acompañarla en
procesión por las calles de la ciudad, como consecuencia de la pandemia de la
Covid-19, pero si nos hemos encontrado con Ella en nuestro corazón agradecido y
también con la serenidad de otra imagen, gentes ansiosas de acompañarle en los solemnes actos litúrgicos que se han
celebrado en su honor.
También, en nuestra hermandad nos hacemos eco de
todas estas vivencias, y de la devoción
escondida de tantos jóvenes quedará grabada por siempre en nuestra memoria
colectiva, como la emoción desbordada y el gozo íntimo de los más puros
sentimientos del pueblo a esta llamada, que os propongo, y, una vez que la
encontréis, daréis gracias por haber atravesado el mar del mundo sin zozobrar
en sus remolinos. Y seguimos a la espera de esa juventud, que traerá agua
desbordada de amores, rezumando entusiasmo y esplendor cuando la tarde agosteña,
del próximo año (DM) nos traiga a la
calle la presencia de María, que sale a prender la llama del amor en esos
corazones jóvenes.
Hay un nombre de María que repiten a porfía hasta
las olas del mar. Su estela llegó a nuestra costa y Almería y los almerienses
han querido embarcarse con ella, con su Virgen del Mar, en la tierra de sus
amores.
Gozos de agosto y junio, de fidelidad y fiesta
entrañable mariana. Cofrades de Almería, de Sevilla, de Barcelona y Madrid, los
actuales y los jóvenes que vendrán ¡conservad por siempre la hermandad que
mejor refleja vuestro sentimiento! Que no se pierda entre las nuevas
generaciones aquel espíritu de hermandad que hizo enriquecer a nuestros
antepasados, sabiéndose precursores de la misma.
Hermandad filial, en Madrid
Estupendo canto a la Virgen María en el día de la Solemnidad de la Virgen del Mar, Patrona de Almería y emblema de nuestra Hermandad.
ResponderEliminarOremos y roguemos profundamente su Ayuda para Almería, para toda España y para todos los que están sufriendo esta catástrofe sanitaria, social, económica y política que tenemos encima.